Pero este año sí, este, y para acabar con el mito de que los
miembros de esta cuadrilla estamos “sueltos y sin vacunar”, nos agrupamos todos
desde temprano en el royo, tan majos, con el carné de inmunización en una mano
(solo se dejó subir al autobús al que acreditaba dos dosis) y la caja de FFP2
en la otra (¡cómo cambian los tiempos!), dispuestos a pasar una jornada de
confraternización por la Comarca del Arlanza, en la región occidental de la
provincia de Burgos, en concreto por los pueblos de Santa María del Campo, Mahamud
y sus alrededores. PCR de las últimas 72 horas no pidieron y se agradece,
porque el que tuvo dificultades para salir ya venía llorado de casa y los
demás, a pesar de la edad provecta o precisamente por ello, ponemos el máximo
interés en reducir al máximo las exposiciones que entrañan peligro, y esto
sirve tanto para la prevención de la infección por el conocido coronavirus como
para todo lo demás.
El caso es que, entre saludos y repaso al anecdotario común
y colectivo, pasó la primera parte de la mañana como un suspiro y cuando nos
dimos cuenta estábamos a las puertas de la colosal Iglesia de Nuestra Señora de
la Asunción, de la primera de las localidades citadas, soberbio templo del
gótico burgalés cuya colegiata corona una torre que fue reconocida por el
historiador y arquitecto Chueca Goitia como la más bella y monumental de todo
el Renacimiento español. La Iglesia, además, muy necesitada de recursos para su
conservación, reúne una importantísima colección de obras de arte, motivos más que
sobrados para ser visitada y admirada por los lectores de esta revista que no
la conozcan, a los que se anima a hacerlo. Se avisa, no obstante, de que no será
fácil que cuenten con los conductores de lujo que nos atendieron: la guía
turística de Santa María y el alcalde de la localidad. Y es que “Los lechales”
son leyenda y por donde van despiertan curiosidad, primero, admiración luego,
en ocasiones deseos de que se tomen algo y, cuanto antes, las Villadiego.
No fueron las de esa bonita localidad al norte las que
tomamos, sino las del más cercano municipio de Mahamud, a escape, espoleados
por la lluvia, donde fuimos a caer, no por casualidad, no, que estaba
preparado, en el gran viñedo que nutre las bodegas Buezo, en cuyas modernas
instalaciones nos dieron una lección magistral sobre la elaboración de los
vinos D.O Arlanza. Nada que no sepa cualquier afamado mozo hacinense, como tuvimos
tiempo de demostrar con nuestras atinadas y expertas preguntas, y tanto
la visita, como la cata posterior y la comida frente al extraordinario viñedo
fueron gratas, instructivas y reconfortantes.
Foto oficial después en el exterior de la bodega, este año
dos, paisaje solo y paisaje más paisanaje, para que el lector o lectora escoja
la que más le guste. Recomendamos la primera: el otoño tenía la viña pintada de
lujo, ya ven, y el cielo encapotado puso eso que llaman “un marco incomparable”
para admiración de todos y jactancia de fotógrafos aficionados. Por lo demás,
qué decir de “los chavales” que aparecen en la otra, que seguimos al pie del
cañón y con más ganas que nunca, pero el tiempo no pasa en balde y han sido dos
años muy duros desde la reunión vizcaína del 19.
A Mahamud llegamos después, bonito pueblo de reminiscencias
árabes, no solo en el nombre sino también en la historia y que, como el
nuestro, posee un royo de justicia, aunque este delante de la impresionante
Iglesia de San Miguel. En la pintoresca localidad, cuya visita recomendamos a
los lectores, paseamos y echamos las partidas de mus. Anochecido ya, contentos
e inspirados iniciamos la vuelta con parada obligada en Castrovido, para
deleitarnos con una cena sin sobresaltos y, a diferencia de lo ocurrido durante
la rica comida, sin necesidad de explicación alguna. Terminó la velada con el
tradicional recital de la música de siempre, que disfrutamos mucho, y que también
sirvió para demostrarnos que lo de contentos, pase, pero de inspirados teníamos
más bien poco.
Al gintonis del bar de la Plaza, en Hacinas, llegamos
pocos y con menos ganas de continuar la fiesta, con lo que se demuestra que lo
de los años que se comentó antes no era broma, pero que para la 42ª reunión estamos
dispuestos a cargar pilas e insuflarnos ánimos renovados. Porque quedan muchas
más y muchos deseos de seguir esta fabulosa saga, si no nos parte un rayo y la
pandemia no lo impide.
En fin, amigos y amigas, otra reunión fantástica, de esas
que no se olvidan. Seguimos en la brecha.
Manolo Díaz Olalla
En Madrid, el día de Santa Lucía de 2021
Publicado en la Revista "Amigos de Hacinas", nº 45, 4º trimestre de 2021