jueves, 7 de agosto de 2008

LATINAJOS




Cuando echo para atrás la imaginación y busco por ahí algún recuerdo infantil que me acompañe un rato casi siempre aparece Hacinas y, con frecuencia, en el suceso que rememoro figura algún latinajo de significado incomprensible pero, siempre, vinculado a alguna de mis actividades estivales preferidas, la de ayudar a Misa o la de acompañar a mi abuela en el rezo vespertino del Rosario. Ruego me perdonen lo aparentemente despectivo del término pero como ahora verán lo que yo en realidad entendía entonces nada tiene que ver con las expresiones auténticas y correctas de la lengua clásica.

A pesar de que el Concilio Vaticano II (1959 a 1965) concluyó cuando yo era muy niño la Misa se rezó en latín en Hacinas durante mucho tiempo después y siempre según el rito pre-conciliar. Monago diligente y aplicado escuchaba con atención los rezos latinos sin comprender nada de lo que significaban pero con tanto interés y dedicación que acababa por aprendérmelos de memoria. Bueno, diremos más bien que repetía, como un loro, lo que a mí me parecía que decían los curas.

- ¿Qué te tengo dicho, mostrenco? ¿Cómo se dice?
- Los señores curas, abuela…
- Eso está mejor.

Y también lo que decían los feligreses cuando respondían. Por cierto que ellos muchas veces pronunciaban también latinajos. De eso me fui percatando cuando algo mayor me dio por hojear el misal de cantos gastados de mi abuela intentando encontrar equivalencias entre lo errónea y dudosamente pronunciado y lo correctamente escrito.

Y me esforzaba por retenerlo para luego ensayarlo en mi cuarto, en el campo de fútbol o sentado en el poyo de casa mientras merendaba ese pan de hogaza recién untado de leche condensada cocida al baño maría, tan naranja y cremosa. Y decía para mis adentros: pan celeste estenachipian (1), y lo repetía hasta la saciedad porque el estenachipian ése me costaba retenerlo. Si tenía suerte y repasaba la lección con Julito o con Jesús, por ejemplo, la cosa se hacía algo más divertida y el resultado más contundente.

- ¿Qué dice el cura después de lo de estenachipian?
- Creo que lo de estabilimichismei salvusero (2).
- Sí, creo que sí, pero hay que escucharlo mejor porque no estoy seguro…¡cómo lo dice p’a él solo! Así no nos enteramos.
- Pues majo, pon más atención y ya verás. Como ayudas mañana luego me lo cuentas…
- Joé este año cómo te ha dao con el latín. P’a la propina que dan con que te sepas cuando hay que tocar la esquila y las cuatro cosas p’a ayudarle a vestirse vas de sobra…
- Pero bueno… ¿queremos ser ayudantes de categoría o de los que pasan sin pena ni gloria? ¿De esos que si un día faltas y no viene el sustituto ni el cura se entera de que no estás…?
- Bueno, venga sigue con los latinajos, pero luego me acompañas a por hojas para el cochino.
- Vale.

Si la cosa del rezo se ponía algo compleja recurríamos a reglas nemotécnicas. Tan malos éramos para eso que a veces las reglas eran más difíciles de recordar que la frase a la que supuestamente abrían el paso.

- A ver, vuelve a decir eso que te has inventado para cuando se lava las manos.
- Pon atención y no me digas que no te lo aprendes porque como estás sujetando la palangana lo tienes que oír bien clarito. A ver: “lavando a los inocentes las manos, te orinas” (3).
- ¿Pero tú estás seguro de eso de que te orinas?
- No, hombre, nos seas mostrenco, él dice lo otro pero yo no me atrevo a repetirlo… además en las reglas estas que nos estamos inventando no hay por qué decir las mismas cosas…
- En eso vas a tener razón… pero como me oiga mi abuela rezando eso me avía p’a rato…
- Pues ándate con ojo cuando la tengas cerca en Misa.
En realidad en lo que mi abuela ponía bastante atención era comprobar cómo respondía a los rezos del Rosario que, tarde tras tarde al caer el sol, rezaba en la cocina de casa entre Kyrie éleison y Christe éleison. La llegada de las letanías, aquella retahíla de frases en latín pronunciadas por la abuela con las pausas correspondientes entre frase y frase para que contestase los consabidos Miserére nobis u Ora pro nobis, según correspondiera, anunciaba que el Rosario tocaba a su fin. Su cadencia mantenida me sonaba como una pieza musical que iba in crescendo y me mantenía en tensión evitando así el bostezo presentido e, incluso, el sueño profundo cuando las hazañas del día habían sido demasiado grandes
Pero a veces no era posible. Comenzaba la cosa con las cabezadas anunciadoras del sueño cuando la abuela iba más o menos por el Mater inviolata, o el Mater intemeráta; pero al llegar al Virgo potens, o todo lo más al Virgo fidélis, me derrumbaba sobre el tablero de la mesa y no había quien me despertara. La abuela, sin descuidar su rezo, me propinaba algún codazo que otro intentando despertarme sin conseguirlo.
- No te duermas, cencerro, y contesta a las letanías como te tengo enseñado.
- Sí abuela, sigue.
- Ya no me acuerdo dónde me he quedado.
- Creo que en Rosa Mystica
- Bueno pues: Torre de David, Torre de Marfil, Casa de Oro…

Cuando se interrumpía a mi abuela en mitad de las letanías solía continuar rezándolas en castellano. Es como si hubiera estado atrapada en un trance místico para volver a la realidad ante una torpeza tan carnal como el sueño incontrolable y súbito del gurriato de su nieto. Descubrir cada noche de esta manera que mi abuela era bilingüe y cambiaba del latín al castellano con esa alegría me producía cierta desazón que intentaba solucionar, de nuevo, a base de bostezos.

- Que espabiles te digo o te doy un cocotazo. No te duermas que todavía te tienes que tomar la leche… A ver, ¿dónde me he quedado?
- En Refugium Peccatorum, abuela.
- Bueno pues… Consolatrix Afflictorum,
- Ora pro nobis
- Auxilium Christianorum
- Ora pro nobis…

Creo que durante años viví pensando que el latín era una lengua indescifrable y sin significado alguno que se repetía día tras días en los oficios religiosos, pero en realidad lo que se rezaba eran fórmulas mágicas que aseguraban que vinieran cosas buenas para todos.

Con el paso de los años, es decir, a posteriori, he podido comprender que el latín abre caminos muy importantes al conocimiento. A grosso modo es una lengua que se habla de facto. Ni siquiera hace falta hablarla ex profeso. Si no lo hacemos de motu propio nos pillarán in fraganti y nos tocará rezar un mea culpa. No les dejaré mi currículum vitae in situ porque no busco que me concedan un accésit. Me conformo con intentar sorprenderles sin dejarles in albis y les recomiendo que lean la postdata antes de que crean que los latinajos me los he inventado yo y me he vuelto un orate.

Amen, que quiere decir, así sea.


Manuel Díaz Olalla

Nota del autor: los latinajos de más arriba se corresponden, según consta en el Misal de mi abuela, a las siguientes citas de la Misa latina:

(1) Panem cæléstem accípiam,
(2) ...et ab inimícis meis salvus ero.
(3) Lávabo inter innocéntes manus meas


(Publicado en la Revista "Amigos de Hacinas", en el número del Verano de 2008)