viernes, 10 de agosto de 2007

JESUSÍN



No diremos que era un chico malo. No. Travieso, sí, y ahí no seré yo quien le quite a usted la razón. Y revoltoso también. Sí, ya sé que no es fácil de creer. Pero hasta donde llegan mis recuerdos infantiles, esa caja de pandora que duerme en algún sitio recóndito y que perdemos de vista durante decenios para volver a recuperarla en toda su plenitud cuando el Alzheimer hace presa de nuestro cerebro y de las fuerzas de los que nos rodean, Jesusín no era precisamente una hermanita de la caridad.

Jesusín, el de "El Pollo" (en esa terminología tan nuestra que consiste en denominar a cada quien con el nombre o el apelativo familiar más característico), siempre fue mayor que yo. Es posible que ahora parezcamos quintos e, incluso, que con los años, él llegue a parecer más joven, hasta eso le perdonaría. Son las pleitesías del tiempo que diluye día a día las distancias cronológicas hasta igualar e incluso subvertir órdenes y aún conciertos. Pero en aquellos años de los que quiero hablarles Jesús era, sin lugar a dudas, mayor que yo. Y, a esa edad, esa diferencia se traducía, invariablemente, en autoridad aceptada y aceptable. Una autoridad que, por cierto, él ejercía con paciencia y magnanimidad. Recuerdo que ya entonces se dibujaban en sus gustos y en su carácter sus más conocidas y celebradas aficiones de adulto. Pongamos, por ejemplo, una tarde atorrante del mes de Julio del año 1968. Como aquél que dice, ayer.

- ¿Dónde la echamos hoy Jesús?
- Hoy a toros...
- Yo no quiero jugar a toros más, que siempre me claváis muy fuerte las banderillas y me jodís...
- Bueno pues a esbararnos a sancirbián... ¿dónde buscamos cartones?
- Yo a esbararme no juego, que ayer volví a casa con la culera del pantalón rota y mi abuela me acabó de poner el trasero en condiciones...
- ¡Mira que sois flojos los veraneantes!.....bueno, pues a fútbol, voy a por el balón y nos vamos p’a campo el valle...pero hoy me pido yo del Atletic de Bilbao, y no se habla más...
- Bueno, Jesús, como tú digas....

Llamo la atención, respecto a esta conversación verídica, de cuatro rasgos definitivos de su personalidad: los toros, el fútbol, el surf y la madera de líder.

Es cierto que abandonó su afición al surf a edades tempranas y a la fuerza: las laderas de sancirbián se pusieron imposibles de transeúntes, y en Hacinas no acabaron de construir el puerto de mar que esperábamos (bastante fue que trajeron el agua corriente). Pero de las otras...¡ay las otras!. La taurina le llega de tradición familiar y la ha bebido, desde niño, en su Huerta natal. En aquellos años de los que hablo puso mucho interés en inculcarnos a todos los mocosos la afición por el arte de Cúchares. Con éxito desigual, hay que reconocerlo. Como si fuera hoy le recuerdo en aquellas tardes de estío y de gloria torera, encaramado al peñuco que con esa forma prodigiosa de caballo de picador se encontraba situado en la calle que sale de la antigua casa de Pedro (q.e.p.d.), (hoy casa rural), y llega hasta la casa de Carlitos (“el de Timoteo”, q.e.p.d.). Después de organizar la cuadrilla y asignar los papeles (tú banderillero, tú presidente, tú toro, yo picador), comenzaba la fiesta propiamente dicha que llegaba a su cúlmen cuando Jesusín, encaramado a la peña caballera aplicaba el justo y debido castigo con la pica sobre el inocente costillar del infeliz toro, poco antes de que este cayera desfallecido y fuera arrastrado a la sala de despiece, sin dar tiempo siquiera a que entrase en escena el matador. Mi amigo y compañero Alberto, “el de Amancio”, rememora estos pasajes en otro artículo de este mismo número, no sabemos si porque sigue teniendo clara la memoria o porque todavía le escuece el lomo.

Pero lo cierto es que por la dureza de la fiesta, sobretodo para el que le tocaba el papel de toro, o por otras cuestiones que no vamos a analizar ahora, la afición no prendió de manera intensa entre la lechigada de muchachuelos que llenábamos las calles de Hacinas bajo las preclaras órdenes de Jesús, el jefe de la cuadrilla. Mucho más suerte tuvo al inculcar valor y afición a un primo suyo de Huerta que con el tiempo ha llegado a ser una auténtica realidad del mundo de los toros: sé de buena tinta que casi todo lo que sabe el famoso novillero huertano Jarocho sobre el arte de torear se lo enseñó su primo Jesusín. Él fue quien le explicó por vez primera cómo había que agarrar el engaño para dar una buena chicuelina, cómo había que recibir al morlaco en la salida de chiqueros llamada de portagayola , y cómo es eso de vestirse por los pies antes de dar el paseíllo. Buen maestro tuvo Jarocho, y los resultados están a la vista. Pero el tiempo no acompañó, y los quehaceres tampoco y Jesús tuvo que renunciar a ser figura del toreo y se quedó en maestro de maestros y fino aficionado, que no es poco. Hoy es tarde para pensar en coger el estoque porque los años pasan y pesan y, como al otro famoso Jesusín del toreo contemporáneo, “Jesusín de Ubrique”, la forma física ya no acompaña. Una auténtica tristeza para los que alguna vez soñamos con ver en los carteles de los mejores cosos nacionales y extranjeros el nombre de Jesusín de Hacinas, entre los de los más grandes maestros de la fiesta nacional.

En su otra gran afición conocida, la del balompié, ha cosechado más éxitos. Tampoco llegó a ser el crak que hubiéramos necesitado hace años para mayor esplendor del deporte local, pero tanto como jugador del equipo verdiblanco de nuestro corazón, en aquellos años gloriosos que todavía pueden consultarse en las fotografías de las hemerotecas (sí, ha pasado mucho tiempo pero por entonces ya se había inventado la cámara fotográfica), como ahora en su calidad de míster del equipo, su trayectoria y sus éxitos están grabados a fuego en las retinas y el cacúmen de la afición hacínense. Tanto así, que esa misma afición que le sigue y le venera hace tiempo, le confunde a veces y otras le compara con algunas famosas glorias del fútbol, aclamándole como el auténtico Benhaker de nuestro deporte favorito.

Sobre su liderazgo, del que ya apuntaba buenas maneras en aquellos años de nuestra niñez, poco tengo que contarles que ustedes ya no sepan. Será difícil encontrar algún acontecimiento grande, mediano o pequeño que tenga que ver con el desarrollo y el bienestar de nuestro pueblo, y con la convivencia de todos en los últimos veinticinco años en el que no esté presente (animando, promoviendo, trabajando desinteresadamente) mi amigo Jesús. Yo tengo que decir aquí algo que nunca ni a él le he dicho (¿por qué nos costará tanto algunas veces decir las cosas que pensamos a las personas que queremos?): que he aprendido muchas cosas de él. He aprendido y admirado su tesón, su paciencia, su compromiso con todos, y su eterno buen humor. Cuando ahora se habla tanto de promover el voluntariado como valor social sin límites, pienso que de eso también podría enseñarnos muchas cosas Jesús. Creo que gracias a él y a otros como él, Hacinas es un pueblo próspero donde la convivencia es cada día mejor y donde el deporte y la cultura, como llamas que es preciso cuidar a todas horas, siguen encendidas.

Una vez me explicó mi admirado Severiano (q.e.p.d.) que cuando llegó, muy joven, a trabajar a Madrid, recién salido de Hacinas y aún convencido de que nuestro pueblo era algo así como el centro del mundo, las señoras que se acercaban a comprar a la tienda de la que él era dependiente le preguntaban:”¿De dónde eres, muchacho?”; y él les contestaba: “De Hacinas, señora”. Contrariado por la reiterada y poco aclaratoria respuesta, su jefe un día le llamó la atención: “No digas que eres de Hacinas, di que eres de Burgos....porque ¿qué coño sabe nadie dónde está Hacinas?”. Este pasaje entrañable me ha venido estos días a la cabeza a raíz de un episodio vivido por mí recientemente, en el que por mi exceso de modestia o por mi desconocimiento de la inmensa realidad y de la imparable presencia de nuestro pueblo en el mundo, cometí el error contrario al referido en el precedente relato, dejándome llevar estúpidamente por las antiguas recomendaciones del jefe de Severiano. No me resisto a contárselo.

Conocí hace unos días en Madrid a un madrileño (no crean que es tan fácil) que, por mis datos, nada tenía que ver con nuestro pueblo, comarca ni, incluso, provincia. En el curso de la conversación me preguntó que de dónde era. Le contesté, quizás por afinar la situación geográfica en clave macro, que de la provincia de Burgos. Antes su interés por obtener más precisión y considerando yo equivocadamente que nuestro pueblo sigue sin aparecer en muchos mapas, le reiteré que de un pueblo cercano a Salas de los Infantes. Sorprendentemente mi interlocutor tampoco quedó satisfecho con la nueva contestación pidiéndome que, definitivamente y sin mayor dilación le dijera claramente y sin tantos ambages cuál era el nombre exacto de ese lugar. Algo obstinado yo también por tanta cuestión no tuve más remedio que contestarle que de Hacinas, seguro como estaba que le daría igual esa respuesta que, por ejemplo, esta otra: “de Cabezón”. Cuál no fue mi sorpresa al observar que este desconocido, con el tan sólo título de excursionista de fin de semana interesado en los lugares de España, conocía perfectamente Hacinas, lo había visitado varias veces y le parecía “(sic)...uno de los pueblos más bonitos e interesantes de España”.

Traigo aquí esto a colación más por su moraleja que como episodio digno de mención, y en la seguridad que tengo de que el trabajo callado y persistente a favor de nuestro pueblo de muchos, entre los que destaca de manera nítida mi amigo Jesús, y otros que ya no están como el llorado Angel Ruiz, q.e.p.d., están consiguiendo que el nombre de Hacinas, cada vez con más razones, se pueda pronunciar sin temor a recibir una expresión de extrañeza o un parpadeo de indiferencia donde quiera que lo expresemos.

Releo esta piececilla ligera rápidamente antes de enviarla y me quedo con la sensación de haber escrito algo parecido a un panegírico de esos en los que se glosan las virtudes de alguien cuando se nos va. Nada más lejos de mi intención ni, por supuesto, de mi deseo. Tan sólo que creo que mi amigo Jesusín, ya saben, Jesús “el de El Pollo”, se lo ha merecido mucho antes.

José Manuel Díaz Olalla

(Manolito, “el de la tía Margarita”,
o también, Manolito “el de la Agustina”)


(Publicado en "Amigos de Hacinas", en fecha indeterminada)