He contado alguna vez mi extraña relación con el baúl de los recuerdos, algo así como de amor y odio a la vez, hasta tal punto que su presencia se ha convertido en algo inquietante que a la vez me atrae y me repele. Seguro que saben a lo que me refiero.
Algunos que me conocen afirman que padezco un incipiente
Síndrome de Diógenes, el de la acumulación infinita, ya que mi incapacidad
manifiesta para deshacerme de las cosas que se han cruzado en mi camino raya lo
abiertamente patológico. Me río cuando lo oigo, pero últimamente me ha dado por
pensar si no tendrán, esos habladores, alguna razón en lo que afirman. Recientemente
he tenido que enfrentarme con un cajón que desconocía y del que no me hago
responsable, pues nos ha llegado por transmisión hereditaria: se trata de la
colección de todos los números de la revista “Amigos de Hacinas”, desde su
aparición hasta 2007, que laboriosamente y con todo el cariño guardó mi madre
en el fondo de un armario, y que ha salido a la luz al hacer limpieza y
revisión de la casa familiar.
Ojo, me dije, este baúl es peligroso. Si lo abres tendrás
que enfrentarte a algo peor que a un álbum de fotos viejo, roído por el tiempo
y el olvido, pues en la colección de las revistas estaremos retratados nuestro
pueblo, ustedes, yo mismo, no solo en imágenes, sino tal como éramos en ideas,
inquietudes, anhelos y sentimientos, lo que pensábamos y lo que queríamos
alcanzar, para contrastar todo eso, tantos años después, con lo que somos ahora
y lo que hemos conseguido. Todo un reto.
Me lo pensé un rato, pero finalmente empecé a desgranarlas
una a una de modo retrospectivo, colocadas en el orden en que ella las dejó,
primero las más recientes y al final “los incunables”, y les confesaré que he
podido sentir la misma emoción que nuestra madre sentía cuando las sacaba del
sobre que acababa de entregar el cartero, para bebérselas de un sorbo primero y
lentamente después, durante algunos días, hasta que, finalmente, tras muchas
vueltas por la casa y después de un intenso intercambio de mano en mano, se
incorporaban al montón creciente del que ahora las extraje.
Agustín Antón, Alcalde de Hacinas, compartiendo con otras autoridades, fiesta de Santa Lucía |
Las he hojeado una tras otra y, además del disfrute personal
experimentado ante la avalancha de recuerdos que han saltado de sus páginas, me
he atrevido a hacer una somera revisión bibliográfica, nada objetiva, más bien
muy sesgada por gustos, afinidades y formas de ver las cosas, que a
continuación y muy brevemente quiero compartir con ustedes. Como digo es una
aproximación muy personal y nada científica, tampoco se pretende, y pido
disculpas a tantos y tantas que se quedan fuera de las menciones por razones
obvias, en especial por el tiempo y el espacio, esos monstruos implacables que
imponen siempre sus normas y sus restricciones. Quienes han contribuido con
textos, poesías, fotografías, dibujos y trabajos de diseño, maquetación y
coordinación a lo largo de estos años, todos y todas, se merecen no solamente
una referencia sino, sobre todo, el agradecimiento general por haber logrado
algo tan espléndido como esto. Diremos también que como muchos de los autores
ya no están entre nosotros, me ahorraré al lado de su nombre el q.e.p.d. que
procede, deseando que así sea.
Me ha encantado leer las joyas escritas por Severiano de
Juan, crónicas divertidas, algo ácidas y siempre certeras con que nos
alumbraba, desde sus geniales “bromisuegras”, hasta sus maravillosas recetas
surrealistas, sus cartas y sus cuentos y he recordado también con deleite el
placer que fue entrevistarle para la propia revista y la maravillosa tarde que
pasamos, Julio y yo, en su casa con tal motivo.
Precisamente la entrevista es uno de los géneros que un servidor más ha ejercitado para estas páginas, siendo una de ellas, la que realicé a Monseñor Lucas, obispo hacinense radicado en Paraguay, en 1981, mi primera colaboración, aparecida en el número 5. Las aportaciones del que suscribe han sido diversas y tocando distintos palos, culo de mal asiento que diría mi abuela, en la producción literaria como en la vida añadiría yo, abarcando desde las crónicas de viajes por el mundo en misiones humanitarias, hasta las prolíficas memorias de las fiestas de Santa Lucía y las actas reiteradas y siempre optimistas de las reuniones anuales de “Los Lechales”. Mis preferidos, siempre, los relatos de recuerdos infantiles, que tanto he disfrutado escribiendo y recreando en mi memoria, aunque sabiendo de sobra que muchas veces la imaginación desbordaba, en mucho, la realidad de los sucesos. De entre todas mis aportaciones me quedo con una modesta semblanza que escribí a la memoria de Evencio, nuestro inolvidable amigo y compañero, poco después de su partida física (número 109, 2005).
Para seguir entre amigos y compañeros, he redescubierto textos muy interesantes de Tarsicio (” Contar una fábula”, nº124, 2009), además, por supuesto, de los inigualables escritos por su padre, Anastasio, tan llenos de sabiduría e impregnados siempre de la esencia y la tradición hacinense. Familia de escritores sin duda, mi amigo Agustín nos regalaba por entonces trabajos tan acertados, importantes y cargados de actualidad y de contenido social como “Solteros” (nº 67, 1995), “Adiós, Bar Matías” (nº 66, 1995) o “Sobre el racismo” (nº 57, 1992). Antológico es también el relato sobre su trabajo publicado en Diario de Burgos en octubre de 2004 y reproducido en esta revista en el nº 106, titulado “El cartero tiene quien le espere”, una perfecta y justa reivindicación de la figura del cartero rural a través de la crónica de un día en su vida de abnegado funcionario de ese servicio público.
Una pena que Agustín no haya continuado ilustrándonos con sus acertadas opiniones o, dicho de otra forma, que haya abandonado la pluma, según se vea, porque bien parece que para ser buen alcalde primero hay que publicar en la Revista como él hizo, o Jesús Cámara Sebastián (Jesusín, “el míster” sempiterno del CD Hacinas) quien escribió la preciosa carta, que tanto nos emocionó, titulada “Los buenos vecinos”, dedicada a mi familia tras el fallecimiento de nuestra madre (nº 115, 2007). Y como no podía ser de otra manera, Alberto Gallego, vara de regidor municipal en mano, recibió merecidas loas por su trabajo en la promoción de la riqueza paleontológica de nuestro pueblo en el nº 117 (2007). La presencia del Padre Abdón es también constante y sus textos musicológicos, históricos y culturales nos han hecho entender y querer aún más a nuestro pueblo.La presencia de Agustina, nuestra madre, no solo se hace patente en el intuido temblor de las páginas que ella pasó tantas veces, sino también en algunos de los textos que publicó, como “Ángel sin alas” (nº 18, 1983), “Testimonio” (nº 51, 1991) y “Niños del doble amor” (nº 85, 1999), todos dedicados, a nuestra hermana María Jesús, ¿a quién si no?, la que daba todo el sentido a su existencia.
Hay artículos por los que no ha pasado el tiempo y, con los
años, al contrario de lo que nos ocurre a nosotros, han ganado en belleza sin
perder ni una pizca de su sentido o, incluso, lo han incrementado. Es el caso
de las colaboraciones del Padre Ventura, tan justas y cargadas de contenido
social y de reivindicación laboral, como aquella titulada “Despido libre” (nº
19, 1983) o aquella otra llamada “Hablemos del paro” (nº 38, 1988). Los
trabajos de Antonio Cámara, reciente y tristemente fallecido, son golosinas
trufadas de conocimiento y amor a su pueblo y, por continuar con su extensa y
apreciada familia, las ilustraciones de Jesús Cámara Olalla, su “Diccionario de
la lengua hacinense” entregado por capítulos y sus relatos sobre el paso de la
guerra civil por nuestro pueblo y comarca, son en sí mismos un lujo que hace grande
y solvente a una revista como esta. Y si el otro Jesús Cámara, “el míster”, me
lo permite, diré que esas colaboraciones ponen a esta revista en primera
división.
Mis amigos, los de mi cuadrilla, un poco de cal y otro de arena, han hecho buenas aportaciones, aunque, la verdad, no han destacado por su prolijidad. Ya hemos citado a algunos, pero habrá que señalar que Julio Cámara, sin ir más lejos, con su “Crónica de un partido de futbol” de 1982 y su “Carnet por puntos” de 2007 (noticia extraída de la prensa local que informa sobre sus éxitos profesionales), así como Teodoro Rey con su “Fiesta de San Isidro“ (nº 16, 1983), hilaron fino con un poco de sorna y otro de rabiosa actualidad. Y no pasa nada cuando nuestros amigos no se deciden a escribir, porque lo hacen sus padres y así todo queda en casa, por eso Timoteo Terrazas publicó un emocionante recuerdo de sus aprietos juveniles una tarde de tormenta titulado “Los últimos que pisaron el puente del molino” (nº 17, 1983).
Las tardes de repaso de la colección me han enseñado, en
esta visión retrospectiva y continua, que la revista ha cumplido también su
función de informar y acercar la actualidad de nuestro pueblo a los que vivían
lejos, sobre todo en una época en que las comunicaciones eran mucho más
limitadas que ahora. En este aspecto destaca el número de septiembre de 1990 en
su abordaje de los problemas del controvertido destino de la Casa del Cura.
Somos un pueblo de poetas, ya lo saben, es imposible no
reconocerlo en esta breve semblanza de los primeros 30 años de la revista
Amigos de Hacinas. Y sus poesías y la belleza que generan han quedado
suficientemente recogidas en sus páginas. Empezando por mi tío Leandro, singular
poeta y lingüista, con su maravillosos texto “Hacinenses en Madrid”, nº 83,
1999, o con “La tarde del domingo” , asombroso y emotivo poema que relata las
tareas de mi abuelo Ceferino y el cariño que ponía en ellas una tarde festiva cualquiera,
que es casi un himno familiar (nº 5, 1981), siguiendo por las inspiradas rimas de Vicente
del Hoyo hasta llegar a la inmensa obra de Felisa de Juan, publicada también por
entregas, poetisa referente para todos los que amamos Hacinas y la poesía,
quien domina tanto y tan bien el ritmo de sus escritos que en cada párrafo de prosa
crees que estás leyendo un poema.
Esta revisión ha sido una tarea ardua y peligrosa para la
salud y la tranquilidad. Pasar las hojas de la historia de nuestro pueblo,
hacia atrás, a través de las páginas de la revista y vernos allí reflejados,
como pueblo y como individuos, no solo tal cómo éramos, sino también tal como
pensábamos y cómo hicimos las cosas, es más que un deporte de riesgo no apto
para todos los públicos.
Mítica selección pionera del CD Hacinas |
Dejé caer de mis manos la última revista del montón, o sea el primer número, y una vez colocadas en su orden cronológico, doné la colección entera a un querido amigo, un luchador de la cultura de nuestro pueblo, a un generoso hacinense que, además de todas esas cualidades, tiene suficiente sitio en el desván para guardarlas. Cuando vuelvan a reclamar la atención de alguien, quizás dentro de muchos años, en plena era digital, es muy posible que alguien catalogue la colección de “hallazgo arqueológico”.
No se dejen dominar por la melancolía, es mejor pensar que nada
está perdido.
Manolo Díaz Olalla
Madrid, 26 de marzo de 2023
Publicado en la Revista de la Asociación Amigos de Hacinas, nº180, I trimestre de 2023
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