Se nos ha ido María Jesús, nuestra Chus, nuestra hermana. Y si nos abstraemos de las circunstancias de su vida, especialmente las de los últimos años, ni su hermana Mariví, ni Paco, su cuñado y el mío, que tanto la quiso y la cuidó a lo largo de más de 50 años, ni yo, ni ninguno de nosotros, pensamos nunca que llegaría este día. Sencillamente porque ella siempre será la niña de la casa, nuestra niña.
Jamás pudimos competir con ella, ni lo intentamos, porque
ante los ojos de nuestros padres, Manuel y Agustina, y ante los del mundo, fue
la mejor de todos. Y ella lo sabía. Sabía que su sola presencia lo iluminaba
todo, que desterraba todas las penas, que nos ponía a todos de acuerdo en un
momento y, sin remedio, nos atraía como un imán y nos atrapaba en su red.
Hemos tenido la inmensa fortuna de compartir su vida y,
aunque en sus últimos tiempos el terrible mal de la desmemoria y la senectud
precoz la fue apartando de nosotros y del mundo, ni por un momento esa
adversidad ensombreció un ápice la maravilla que ha sido vivir a su lado.
Con frecuencia pensamos que las personas con alguna diversidad
funcional, como la que provoca el Síndrome de Down, enfrentan dificultades de
todo tipo para su vida y para la de quienes las cuidan, y es cierto que en
muchos casos esto puede ser así, pero si somos capaces de conocerlas mejor, de
trascender lo superficial, de hacer una inmersión en profundidad en su mundo
daremos la razón a quien escribió que “un cromosoma de más puede borrar toda la
maldad de ser humano”. Nuestra madre lo sabía muy bien y por eso publicó en uno
de los primeros números de la revista “Amigos de Hacinas” un precioso artículo
dedicado a ella que tituló “Los niños del doble amor”, que aún algunos
recuerdan.
María Jesús fue la prioridad absoluta de nuestros padres,
con el aplauso entusiasta del resto de la familia, y su bienestar y su
autonomía el objeto de todos sus desvelos y tareas. Consiguieron grandes cosas,
criaron a una hija maravillosa, independiente, creativa y llena de vida y ella
les recompensó con todo el inmenso cariño que sabía regalar.
Era un placer verla agradecer las atenciones y cuidados que
le daban, especialmente si procedían de nuestra hermana Mariví o de María, su
abnegada cuidadora de los últimos 11 años, con caricias y arrumacos, ganándose
de esa forma la predilección de todos, e incluso a mí, la muy zalamera, me
envolvía con sus ruegos y porfías, en perfectas actuaciones dramáticas dignas
de un Goya, cuando debía irme y ella quería que continuase a su lado.
Amante de la música, el baile y el deporte, en especial la natación que
practicaba con deleite y gran maestría, le encantaban las series, sobre todo
“Verano Azul”, los Payasos de la Tele y Operación Triunfo, siendo memorables
sus conciertos en el salón de casa, micrófono inventado en ristre y
acompañamiento instrumental de este humilde guitarrista.
Hemos despedido a nuestra hermana María Jesús y nos parece
mentira. Se fue hace ya dos meses. La hemos dejado en Hacinas, junto a sus
padres, Agustina y Manuel, la abuela Margarita, los tíos Casilda y Caprasio,
Julia y Jesús y tantos queridos parientes y amigos que allí reposan. Se ha
quedado en donde ella, sin duda, quería estar, y en nuestro corazón y nuestra
memoria para siempre.
Fue feliz y nos hizo muy felices. Que la tierra y el aire de
Hacinas le sean leves.
Descansa en paz. Nunca te
olvidaremos.
Hasta siempre Chus querida, vuela
alto. Como siempre hiciste.
Manolo Díaz Olalla
Madrid, 25 de septiembre de 2022
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