Siempre me ha parecido sorprendente cómo la vida, en su discurrir cronológico, nos obliga a intercambiar roles y funciones con otras personas, colocando arriba a quien estaba abajo y convirtiendo a cada cual en lo que nunca imaginó. Cuando esta transmutación de papeles ocurre con nuestros seres queridos, ya saben, con la senectud los padres se convierten en hijos y los tíos en sobrinos, entonces nos parece vivir en una nube de irrealidad impuesta por las circunstancias, mientras afrontamos cada día situaciones difíciles de comprender y de asimilar.
Se asumen, eso sí, por el inmenso cariño que preside esas
relaciones paterno (o materno) filiales y desde el cálculo indudable de que, en
todo caso, estamos devolviendo una mínima parte de lo que esos niños
sobrevenidos nos dieron cuando ejercían como adultos en la plenitud de su vida.
Me han leído alguna vez contar la emoción sin igual que
sentíamos de niños cuando emprendíamos aquellos viajes a Hacinas, al empezar el
verano o en cualquier otra fecha señalada, y la tremenda nostalgia con que
afrontábamos, tiempo después, los de regreso a casa. Nuestros padres o
familiares nos llevaban y traían en sus coches particulares o en coches de
línea (“Navarro” y “La Serrana” para los que hacíamos la ruta central), mientras
aceptábamos sin rechistar, total ¿para qué?, fechas, horarios y condiciones del
viaje. En aquellos años, la inmediatez y las ganas de aventuras eclipsaban todo
lo demás y no hubiéramos creído fácilmente que, muchos años después, nosotros
dirigiríamos las operaciones de traslado y tomaríamos el papel de choferes mientras ellos y ellas cogerían
el de pasajeros.
Cuando mi padre, con los años, empezó a perder algunas
facultades, si hubo que ir a Hacinas era yo quien le llevaba y traía, pero
nunca ejercí de director de operaciones, pues esa función la mantuvo hasta el
final, haciendo caso omiso a ruegos, consejos y consideraciones. Genio y figura
se llama eso. Se llamaba Deogracias Manuel y siempre admiré en él la capacidad
de desdoblamiento nominal que alcanzó, pues en algunos ambientes relacionados
con su activismo en las circunstancias históricas que le tocó vivir se le
conocía por el primer nombre, mientras que en el ámbito familiar y más cotidiano
era conocido como Manuel o, a veces, como Manolo. Una suerte de dualidad
calculada, de modo que “Deogracias” se convirtió en algo así como un seudónimo.
Lo cierto es que el Deogracias no le llegó por tradición familiar sino más bien por el azar del santoral vigente el día de su nacimiento. Siempre agradecí a mi madre la capacidad negociadora que mostró con la familia de mi padre, evitando que ese nombre paterno me alcanzara, permitiendo, eso sí, el otro, con lo que todo el mundo quedó tan satisfecho y yo tan agradecido. De la misma forma, recuerdo cuando, alguna vez, llegaban a casa cartas que, equivocadamente, alguna persona remitía a nombre de “Don Desgracias”, lo que nos llenaba de perplejidad pues la verdad es que las adversidades, cuando las hubo, nunca fueron para tanto.
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Fuente: diario Público |
En uno de esos viajes a Hacinas en que yo ejercía de conductor y padre postizo y él de acompañante e hijo rebelde, observé al atravesar Huerta de Rey que esa misma tarde se celebraba allí el “Encuentro Internacional de Nombres Raros”, materia prima de la que Huerta es una gran cantera, prometiendo los anuncios que colgaban de farolas y fachadas importantes premios a los ganadores, además de la inclusión de tan original mérito en una famosa lista de récords. No lo dudé y, antes de enfilar hacia el cerro, le propuse que se presentara.
- “Es verdad que quizás no te lleves un premio grande”, le advertí, “pero quién sabe si te dan un accésit o una invitación a merendar”.
Me miró de reojo con resignación y echando la cabeza hacia atrás me
señaló con la quijada la dirección del camino que ya habíamos tomado, con lo
que no me quedaron dudas de su opinión, ni de su decisión respecto a mi
solicitud. Y fue una pena porque si bien su exótico nombre no le llegaba en
rareza y singuralidad ni a la suela de los zapatos a los Evilasio, Gláfida,
Filadelfo, Walfrido, Hierónides, Filogonio, Sindulfo, Burgundófora, Firmo,
Alpidia y Ercilio que se presentaron y fueron dignos ganadores de los trofeos,
estoy seguro de que hubiéramos pasado una buena tarde, degustado y bebido
alguna exquisitez de la despensa y bodega local y, quién sabe, si registrado el
tan señalado nombre de mi padre en ese libro de excesos que hay en inglés y que
lleva, además, el título de una famosa cerveza negra irlandesa.
En otra ocasión acompañé a mi tío Leandro, religioso de las Escuelas Cristianas, a las fiestas de Santa Lucía. Bueno, ahora que lo pienso y dadas las circunstancias, seguramente fue él quien me acompañó a mí, un servidor haciendo de tío y conductor del vehículo y él de sobrino, copiloto y padre espiritual, algo consustancial a su carácter y vocación. Fue aquel un viaje místico, pues la advocación de cada localidad que atravesábamos a su santo patrón le daba al bueno de mi tío un motivo para iniciar una oración a la que yo respondía, poniendo mucha atención en no equivocarme y sin perder de vista la carretera.
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Fuente: coolbe |
- - Buitrago de Lozoya, magnífico pueblo de la
sierra madrileña, cuyo patrono es San Roque. Recemos una oración en su honor,
ahora que hace poco que fue su fiesta. A ver, Creo en Dios Padre Todopoderoso….
Y así fuimos avanzando kilómetro a kilómetro sin dejar de
repasar el santoral, él iniciando los rezos correspondientes con todo énfasis y
yo respondiendo a cada uno lo mejor que podía. Aunque usé algunas artimañas
para intentar que decayera tan pío propósito del Hermano Leandro, tales como
parar a comprar agua, o a echar gasolina, o hablar del tiempo y de otros temas
banales, él siempre volvía a sus intenciones.
- - Aranda de Duero, la capital de la Ribera. Vamos
a rezar un Ave María a la Virgen de las Viñas, su patrona. Dios te salve María,
llena eres de gracia…
No pudo faltar, al pasar por Caleruega, el recuerdo a Santo
Domingo de Guzmán y el rezo de un Misterio Doloroso del Santísimo Rosario y al
atravesar Santo Domingo de Silos, el Padrenuestro. “Padre nuestro que estás en
los cielos”, comenzó, y ya metidos en las curvas del Mataviejas respondí yo sin
perder de vista la carretera “El pan nuestro de cada día, dánosle hoy…”
Creí que mi participación había sido bastante honrosa, pero
noté, al finalizar mi parte, que algo no funcionaba bien y que la tensión
ambiental se incrementaba por momentos. Miré a mi tío de reojo mientras él, muy
serio y sin pestañear, las manos entrelazadas, no apartaba la vista de la
calzada. Antes de llegar a Carazo me lo preguntó:
- - ¿Cuánto tiempo hace que no vas a misa?
La pregunta me sorprendió tanto que no acerté a contestar.
- - Hombre, tío, ¿por qué me preguntas eso?
- - Porque el Padrenuestro hace tiempo que no se
reza así.
Me quedé sin palabras y de poco valió que, después, alegara
mil y un motivos para justificar mi mal desempeño oratorio, “Ya sabes tío, que
soy muy despistado, como tú, eso nos viene de familia, seguro que he oído la
nueva versión pero no la he incorporado” o, “Estaba pendiente de las curvas,
era un tramo muy peligroso” o, incluso, dispuesto a mostrar mi malestar con el
clero y hasta con el catecismo: “Pero, bueno, qué necesidad había de cambiar una
letra que estaba tan bien…”
Pero nada fue suficiente para que modificara la mala
impresión que en aquél viaje le había causado, ni para que se le quitara la
idea de que su sobrino, aunque galeno, era poco practicante. Y eso que durante
las fiestas me esmeré en asistir a todos los oficios religiosos, situándome
siempre en algún lugar destacado para que me viera, o cantando más alto que
nadie el “Loor a la excelsa patrona de Hacinas…”, de su inspiración y de la de
Anastasio Antón, para que me oyera, pero creo que nada de eso fue suficiente.
Llegan momentos en la vida en que, empujados por el
deterioro propio de los años, cambiamos los roles y debemos cuidar y asistir a
quienes antes lo hicieron con nosotros. Si las circunstancias lo requieren nos
convertimos en su apoyo, pero lo que nunca podremos cambiar es que sigan siendo
nuestros referentes, guías y ejemplos.
Y aún mucho menos si van de copilotos.
Manolo Díaz Olalla
Madrid, el día de San
Pedro, patrón de Hacinas, de 2025
Publicado en la Revista de la Asociación "Amigos de Hacinas", número del º trimestre de 2025
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