sábado, 3 de noviembre de 2012

La Teoría de la Evolución

Julio y Manolo: foto de la época con la que obsequiábamos a nuestras fans (¡Qué friki!)



Con el Grupo "Orégano"



Que no somos los mismos, de eso no hay duda. El tiempo, el implacable, el que pasó, como dijo el renegado cantante, lo ha puesto todo patas arriba. A nosotros y a las cosas que nos rodean. Creo que ya lo hemos comentado en estas páginas. Y, a pesar de eso, seguimos viviendo un poco en la ilusión de que todo sigue igual, que llegas a Hacinas y alguien va a acercarse con un buen cartón para proponerte una fantástica sesión vespertina de “esbare” en las laderas de  Sancirbián, o que en el baile de la Plaza te toparás, como si fuera por casualidad, con aquélla chica que tanto te inquietaba, o que vas a subir al escenario del Ayuntamiento la víspera de Sta. Lucía a reencontrarte con tu público, como lo dejaste, tal cual, el año anterior.

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Pero lo cierto es que no. Tu público no es el que era, quizás una buena parte de él ni está en sintonía con lo que cantas, ni la chica se acuerda de ti, ni le interesas, ni están ya las nalgas ni las naturalezas para tanto bache. Pero todo eso, que puede resultar tan evidente, a veces cuesta entenderlo y nos aferramos a la  falsa idea de que, como cantó Julio Iglesias,” la vida sigue igual”.
Pero ni por esas. Para justificarme alguna vez he tomado prestadas estas palabras a García Márquez de su genial novela autobiográfica “Vivir para contarla”, y he escrito que tampoco la vida es  la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Por eso, a veces, algunos amigos discrepan de los detalles de los relatos y me tratan de fantasioso y hasta de sufrir una suerte de exceso de imaginación, que es peor. Ni hablar, se trata simplemente de contar la historia tal y cómo uno cree que pasó.
Por ejemplo, he vuelto a recordar estos días aquéllas vísperas de las fiestas, de hace algunos años, en que con emoción contenida, Julio y un servidor subíamos, año tras año, al provisional tablado municipal a intentar alegrar tan significado día. Guitarra y voces, al estilo de los cantautores de la época, era siempre la fórmula escogida, aunque debemos reconocer que, a pesar del calor y la excelente acogida que tenían aquéllas atrevidas intervenciones, ni éramos maestros en la ejecución del instrumento, hablo de la guitarra, ni  nuestras capacidades vocales pasaron de ser “además de escasas, algo desafinadas”. Con todo y con eso lográbamos, o así lo recuerdo, generar un cierto climax de emoción colectiva y muchas ganas de cantar y bailar en nuestro público, que de eso se trataba.  Pero antes de que alguien nos vaya a llamar presuntuosos, debemos confesar aquí que nunca nos emborrachó el éxito y siempre fuimos muy conscientes de nuestras limitaciones y de cuánto nos ayudaba, para ese triunfo anual y presentido, la condescendencia y el cariño de nuestros fans.
Tampoco nos complicábamos mucho la vida para escoger el repertorio. La música popular castellana, nuestro folk, era una apuesta segura. En todas sus formas musicales, lo mismo daban las jotas (“Por el puente de Aranda se tiró, se tiró…”), que las rondas (“Asómate a esa ventana y saca esa mano de plata…”), que las puramente costumbristas (“A la gala de la buena moza, a la gala del galán que la goza…”). Si, además, en la copla estaba presente el tan común componente “picante” (“Por cima der tu tejado un tejo vi relucir…”), generalmente algo machista, es hora de reconocerlo,  o el nacionalista (“Desde entonces ya Castilla, no se ha vuelto a levantar…”) el fervor popular estaba asegurado. Y si se acababa el menú y la gente pedía “otra”, no importaba, recurríamos a la misma fórmula que los legendarios “Racheles” en las interminables mañanas de dianas:
-          ¿Qué les echamos ahora, salao?
-          La misma, pero más cargada de bombo.
Fueron unos recitales que, tanto para quienes los protagonizábamos desde el escenario como para muchos de los que los presenciaban desde el patio “de butacas” tuvieron la fortuna de impregnar, de alguna forma y modestamente, el imaginario colectivo de una generación de hacinenses. Y lo cierto es que, muchos años después, algunos nostálgicos de todas las edades, (alguna de ellas, de las nostálgicas, era “una chiquitaja” cuando los míticos conciertos, según su propia confesión) empezaron a insistir en lo deseable de nuestra vuelta a los escenarios. Lo que tiene ser artista es que el gusanillo de los focos y los aplausos no se te quita nunca. Y aunque “el miedo escénico” abrumara más que la llamada del público fiel, finalmente nos decidimos. Mi insustituible compañero de fatigas y conciertos, que con el tiempo se ha hecho músico de categoría, rápidamente argumentó con bastante capacidad de convicción lo poco recomendable de su presencia allí arriba por el enorme abandono en que tenía estas actividades musicales menores. Creo que, un poco, también trataba de evitar el ver empañado por un desliz como ese, una trayectoria profesional tan intachable como la que ha llevado todo este tiempo. Debe ser la norma del músico de pedigrí: ni reuniones, ni cumpleaños, ni actuaciones que no se puedan anunciar en un periódico de tirada nacional. A rajatabla. Aunque le hice prometer que para el próximo año volvería a asumir el papel de “Ramón Arcusa” para que yo pudiera sentirme “Manolo de la Calva” otra vez.  Y le perdoné. El cariño verdadero es lo que tiene.
Así que un servidor, sin pedigrí ni nada, especialista en actuar en meriendas y aniversarios,  subió a ese escenario sin par (si no fuera porque ha pasado a ser un manido lugar común podríamos decir “a ese marco incomparable”) del castillo con un planteamiento de intervención breve y variada, como para demostrar que seguimos en la brecha pero hemos evolucionado. Así que estudié la puesta en escena lo mejor que pude: aspecto sobrio, cordial pero sin pasarse, nada de concesiones al sentimentalismo barato ni a la añoranza y de menú… de todo un poco dentro de mis aficiones musicales: una popular castellana como referencia de lo que fuimos, algo de renombrados cantautores, alguno serio –Serrat- y otro más jocoso  -Krahe- y para terminar algo festivo y bullicioso, ésta del extraordinario y ausente Carlos Cano. Mientras afinaba la guitarra para empezar eché un vistazo al público, a “mi público”, y aunque pude observar un nutrido grupo de incondicionales seguidores y amigos (son sinónimos) comprendí que mis cálculos habían sido erróneos. En ese momento me di cuenta de que si bien es cierto que el artista ha evolucionado… ¡el público lo ha hecho más! Y con eso no contaba: más de la mitad de los asistentes eran muchachos y jovencitos a los que nunca había visto y para quienes todo eso de los míticos conciertos de antaño era, en este caso, música, sí, pero celestial. Faltó, en el calculado repertorio, algo de rock, o de rap, o de como se llame lo que les gusta ahora y más cercanía y complicidad con las tendencias del momento. Lo prometo: para el año que viene no faltará ninguna de las dos cosas. Que nadie se sienta ajeno ni piense que los músicos de verdad no sabemos adaptarnos a lo que marcan los nuevos tiempos.



Un buen amigo dice siempre que, lejos de sesudos estudios con multitud de indicadores complejos, la mejor manera para conocer el nivel de salud y desarrollo de un pueblo es una foto de los niños a la puerta de la escuela. No dudo que esta aproximación cualitativa sea perfecta. Y por si eso fuera así no tengo más remedio que reconocer que lejos de escribir tantos párrafos huecos sobre la teoría de la evolución, donde mejor quedaría explicada sería en una grabación junto a una foto del autor durante el recital del otro día al lado de otras del mismo individuo en un recital de hace “no sé cuántos años”. Ahí sí que se vería clarito.
Seguimos en la brecha, no lo discuto, pero la evolución es mejorable. Incluso la de la voz.


                                               Manolo Díaz Olalla
Cantante
(Publicado en la Revista "Amigos de Hacinas", nº 137,  III trimestre de 2012)

3 comentarios:

Juanillo dijo...

Pero Manolito Caraaa. Estas hecho todo un "Sabina". Yo siempre he sabido que eras Grande mu grande, pero lo de llenar plazas ( no de toros) y estadios esta a un paso.

Orégano dijo...

Buenas tardes.
Soy Pepe, uno de los integrantes del Grupo Orégano.
Esta foto, curiosamente, no la tenemos.
Si aún dispones de ella, o de alguna más, ¿tendrías inconveniente en mandármela(s)?
Te dejo el enlace de nuestra ciberpágina. Allí encontarrás la forma de contactar con nosotros, por e-mail o teléfono.
http://goregano.16mb.com/
Gracias.
Saludos.

MNL dijo...

Hola Pepe: ¡Qué alegría encontrarte por aquí....! Siento el retraso en contestarte. Enseguida me pongo a buscar y te envío lo que encuentre. Un abrazo! Manolo