Julio y Manolo: foto de la época con la que obsequiábamos a nuestras fans (¡Qué friki!) |
Con el Grupo "Orégano" |
Que no somos los mismos, de eso no hay duda. El tiempo, el
implacable, el que pasó, como dijo el renegado cantante, lo ha puesto todo
patas arriba. A nosotros y a las cosas que nos rodean. Creo que ya lo hemos
comentado en estas páginas. Y, a pesar de eso, seguimos viviendo un poco en la
ilusión de que todo sigue igual, que llegas a Hacinas y alguien va a acercarse
con un buen cartón para proponerte una fantástica sesión vespertina de “esbare”
en las laderas de Sancirbián, o que en el baile de la Plaza te toparás, como si fuera
por casualidad, con aquélla chica que tanto te inquietaba, o que vas a subir al
escenario del Ayuntamiento la víspera de Sta. Lucía a reencontrarte con tu
público, como lo dejaste, tal cual, el año anterior.
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Pero lo cierto es que no. Tu público no es el que era, quizás
una buena parte de él ni está en sintonía con lo que cantas, ni la chica se
acuerda de ti, ni le interesas, ni están ya las nalgas ni las naturalezas para
tanto bache. Pero todo eso, que puede resultar tan evidente, a veces cuesta
entenderlo y nos aferramos a la falsa
idea de que, como cantó Julio Iglesias,” la vida sigue igual”.
Pero ni por esas. Para justificarme alguna vez he tomado
prestadas estas palabras a García Márquez de su genial novela autobiográfica
“Vivir para contarla”, y he escrito que tampoco la vida es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y
cómo la recuerda para contarla. Por eso, a veces, algunos amigos discrepan de
los detalles de los relatos y me tratan de fantasioso y hasta de sufrir una
suerte de exceso de imaginación, que es peor. Ni hablar, se trata simplemente
de contar la historia tal y cómo uno cree que pasó.
Por ejemplo, he vuelto a recordar estos días aquéllas vísperas
de las fiestas, de hace algunos años, en que con emoción contenida, Julio y un
servidor subíamos, año tras año, al provisional tablado municipal a intentar
alegrar tan significado día. Guitarra y voces, al estilo de los cantautores de
la época, era siempre la fórmula escogida, aunque debemos reconocer que, a
pesar del calor y la excelente acogida que tenían aquéllas atrevidas
intervenciones, ni éramos maestros en la ejecución del instrumento, hablo de la
guitarra, ni nuestras capacidades
vocales pasaron de ser “además de escasas, algo desafinadas”. Con todo y con
eso lográbamos, o así lo recuerdo, generar un cierto climax de emoción colectiva y muchas ganas de cantar y bailar en
nuestro público, que de eso se trataba. Pero
antes de que alguien nos vaya a llamar presuntuosos, debemos confesar aquí que
nunca nos emborrachó el éxito y siempre fuimos muy conscientes de nuestras
limitaciones y de cuánto nos ayudaba, para ese triunfo anual y presentido, la
condescendencia y el cariño de nuestros fans.
Tampoco nos complicábamos mucho la vida para escoger el
repertorio. La música popular castellana, nuestro folk, era una apuesta segura.
En todas sus formas musicales, lo mismo daban las jotas (“Por el puente de Aranda se tiró, se tiró…”), que las rondas (“Asómate a esa ventana y saca esa mano de
plata…”), que las puramente costumbristas (“A la gala de la buena moza, a la gala del galán que la goza…”).
Si, además, en la copla estaba presente el tan común componente “picante” (“Por cima der tu tejado un tejo vi
relucir…”), generalmente algo machista, es hora de reconocerlo, o el nacionalista (“Desde entonces ya Castilla, no se ha vuelto a levantar…”) el
fervor popular estaba asegurado. Y si se acababa el menú y la gente pedía
“otra”, no importaba, recurríamos a la misma fórmula que los legendarios
“Racheles” en las interminables mañanas de dianas:
-
¿Qué les echamos ahora, salao?
-
La misma, pero más cargada de bombo.
Fueron unos recitales que, tanto para quienes los
protagonizábamos desde el escenario como para muchos de los que los presenciaban
desde el patio “de butacas” tuvieron la fortuna de impregnar, de alguna forma y
modestamente, el imaginario colectivo de una generación de hacinenses. Y lo
cierto es que, muchos años después, algunos nostálgicos de todas las edades, (alguna
de ellas, de las nostálgicas, era “una chiquitaja” cuando los míticos
conciertos, según su propia confesión) empezaron a insistir en lo deseable de nuestra
vuelta a los escenarios. Lo que tiene ser artista es que el gusanillo de los focos y los aplausos no
se te quita nunca. Y aunque “el miedo escénico” abrumara más que la llamada del
público fiel, finalmente nos decidimos. Mi insustituible compañero de fatigas y
conciertos, que con el tiempo se ha hecho músico de categoría, rápidamente
argumentó con bastante capacidad de convicción lo poco recomendable de su
presencia allí arriba por el enorme abandono en que tenía estas actividades
musicales menores. Creo que, un poco, también trataba de evitar el ver empañado
por un desliz como ese, una trayectoria profesional tan intachable como la que ha
llevado todo este tiempo. Debe ser la norma del músico de pedigrí: ni
reuniones, ni cumpleaños, ni actuaciones que no se puedan anunciar en un
periódico de tirada nacional. A rajatabla. Aunque le hice prometer que para el
próximo año volvería a asumir el papel de “Ramón Arcusa” para que yo pudiera sentirme
“Manolo de la Calva” otra vez. Y le
perdoné. El cariño verdadero es lo que tiene.
Así que un servidor, sin pedigrí ni nada, especialista en
actuar en meriendas y aniversarios, subió
a ese escenario sin par (si no fuera porque ha pasado a ser un manido lugar
común podríamos decir “a ese marco incomparable”) del castillo con un
planteamiento de intervención breve y variada, como para demostrar que seguimos
en la brecha pero hemos evolucionado. Así que estudié la puesta en escena lo
mejor que pude: aspecto sobrio, cordial pero sin pasarse, nada de concesiones
al sentimentalismo barato ni a la añoranza y de menú… de todo un poco dentro de
mis aficiones musicales: una popular castellana como referencia de lo que
fuimos, algo de renombrados cantautores, alguno serio –Serrat- y otro más
jocoso -Krahe- y para terminar
algo festivo y bullicioso, ésta del extraordinario y ausente Carlos Cano.
Mientras afinaba la guitarra para empezar eché un vistazo al público, a “mi
público”, y aunque pude observar un nutrido grupo de incondicionales seguidores
y amigos (son sinónimos) comprendí que mis cálculos habían sido erróneos. En
ese momento me di cuenta de que si bien es cierto que el artista ha
evolucionado… ¡el público lo ha hecho más! Y con eso no contaba: más de la
mitad de los asistentes eran muchachos y jovencitos a los que nunca había visto
y para quienes todo eso de los míticos conciertos de antaño era, en este caso,
música, sí, pero celestial. Faltó, en el calculado repertorio, algo de rock, o
de rap, o de como se llame lo que les gusta ahora y más cercanía y complicidad
con las tendencias del momento. Lo prometo: para el año que viene no faltará
ninguna de las dos cosas. Que nadie se sienta ajeno ni piense que los músicos de
verdad no sabemos adaptarnos a lo que marcan los nuevos tiempos.
Un buen amigo dice siempre que, lejos de sesudos estudios
con multitud de indicadores complejos, la mejor manera para conocer el nivel de
salud y desarrollo de un pueblo es una foto de los niños a la puerta de la
escuela. No dudo que esta aproximación cualitativa sea perfecta. Y por si eso
fuera así no tengo más remedio que reconocer que lejos de escribir tantos
párrafos huecos sobre la teoría de la evolución, donde mejor quedaría explicada
sería en una grabación junto a una foto del autor durante el recital del otro
día al lado de otras del mismo individuo en un recital de hace “no sé cuántos
años”. Ahí sí que se vería clarito.
Seguimos en la brecha, no lo discuto, pero la evolución es
mejorable. Incluso la de la voz.
Manolo Díaz Olalla
Cantante
(Publicado en la Revista "Amigos de Hacinas", nº 137, III trimestre de 2012)
3 comentarios:
Pero Manolito Caraaa. Estas hecho todo un "Sabina". Yo siempre he sabido que eras Grande mu grande, pero lo de llenar plazas ( no de toros) y estadios esta a un paso.
Buenas tardes.
Soy Pepe, uno de los integrantes del Grupo Orégano.
Esta foto, curiosamente, no la tenemos.
Si aún dispones de ella, o de alguna más, ¿tendrías inconveniente en mandármela(s)?
Te dejo el enlace de nuestra ciberpágina. Allí encontarrás la forma de contactar con nosotros, por e-mail o teléfono.
http://goregano.16mb.com/
Gracias.
Saludos.
Hola Pepe: ¡Qué alegría encontrarte por aquí....! Siento el retraso en contestarte. Enseguida me pongo a buscar y te envío lo que encuentre. Un abrazo! Manolo
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