Vivimos en un lugar privilegiado. Los de Hacinas, me refiero. Incluso los que no vivimos allí todo el año, incluso los que vamos más bien poco, todos, tenemos esa suerte. Porque, todos, aún durante nuestras prolongadas ausencias, vivimos allí. O, al menos, es lo que sentimos. Sé que más de uno estará pensando: “Claro, claro, todo eso está muy bien, pero para decir eso hay que pasar aquí los inviernos, por ejemplo, y pasear las calles incluso los días que no son de fiesta”. Y si lo dicen yo no tengo nada que objetar. Pero los que somos de Hacinas siempre sentimos, un poco, que vivimos allí. Y ese lugar y su entorno, es, sin duda un sitio privilegiado. He oído muchas veces a más de uno lamentarse porque nuestro pueblo carece de recursos naturales dignos de mención o de tierra fértil y clima favorable que proporcione cultivos de alto rendimiento comercial. Y, a estos, tampoco les falta razón. Sin oro, sin petróleo, sin coltán, sin ni siquiera unos aguacates, hemos hecho lo que hemos podido. Secano cerealista y gracias. Los entendidos que expresan esta opinión culpan a esta carencia de haber actuado como un auténtico lastre para nuestro desarrollo económico local.
No hay mucho que objetar a eso. Tan sólo que las cosas tienden a cambiar y lo que antes no tenía valor puede que lo adquiera en pocos años. Como parece estar ocurriendo. El paisaje, un suponer. Cada vez se valora y se busca, con más ahínco, ese lugar privilegiado por la naturaleza que le llene a uno de paz, tranquilidad y plenitud, que sature los sentidos de placidez, un habitat, que se dice ahora, que colme los sentidos y nos ayude a encontrarnos con nosotros mismos en un mundo, como el actual, donde ese placer es algo más que un bien escaso. Bueno, y de eso, tenemos hasta para regalar. Explotar esa riqueza inigualable exige un decidido impulso a la industria turística y en eso llevan trabajando, con muy buen criterio, munícipes y líderes locales desde hace algunos años. Bien hecho.
No sé hasta qué punto la conocida riqueza de nuestro subsuelo en bosques de piedra ha contribuido a ello, aunque por lo que veo, lo ha hecho en gran medida. Esos árboles fósiles duermen bajo nuestros pies y algunos de ellos, con mucho esfuerzo y pocos medios, fueron levantados por intrépidos y visionarios hacinenses hace algunos años. Inconscientes, como estaban, de que apoyaban decisivamente el desarrollo de nuestro pueblo, no pudieron calcular entonces el auténtico alcance de tan singular iniciativa. Y hoy esa riqueza insospechada se ha convertido en uno de los atractivos más señalados en todos los documentos de información turística y páginas web dedicadas a ello, como uno de los aspectos más singulares de Hacinas.
- ¿Eres de Hacinas? – te dicen- …. ¡ah, sí!, el pueblo de los árboles fósiles.
Tanto así que, últimamente, y a falta de otras contribuciones más relevantes al desarrollo local, uno presume delante de amigos y curiosos de haber formado parte del grupo de pioneros que sacó a la superficie y levantó el primero y más significativo de ellos. El que se levanta, en la actualidad, frente al Centro de Interpretación. Si encuentro desconfiado a mi interlocutor cuando relato la hazaña, busco rápidamente alguna de las fotos de aquél día y observo cómo se incrementa ante sus ojos mi prestigio y la admiración de quien me escucha. Si me preguntan la fecha me quedo sin respuesta, lo de la memoria ya es crónico y, para mi desgracia, en aquélla época las cámaras fotográficas analógicas no dejaban sobre las imágenes la fecha y la hora. Pero eso tan poco es un problema. Cualquiera de los protagonistas que en ella aparecen (en plena faena o durante el almuerzo) la recordarán, o sabrán donde buscarla, ya que ese momento ha pasado a considerarse como uno de los hitos recientes de nuestra historia. Se acordarán, seguro, de cómo era aquélla mañana y hasta de cómo olía el aire en Las Tresineras.
Yo, pazguato adolescente como bien se aprecia, lo vivía como algo curioso y divertido, como un buen motivo para la excursión mañanera y seguro que enredé más que ayudé. Recuerdo cómo se trasladó el ejemplar rescatado hasta su actual emplazamiento a lomos del remolque de un tractor y cómo tuvimos que esperar una mañana fría que llegara una grúa de TAM a ponerlo en pie. En aquél momento sublime, la verdad, se hizo cualquier cosa menos un trabajo fino. Ni arqueológico, siquiera. Hoy en día quizás nos hubiéramos ganado una sanción por parte de la Dirección de Patrimonio o del Ayuntamiento por el manejo tan poco profesional de la pieza. Entonces nos pareció que lo hicimos con destreza. Pero, a falta de otras ilustraciones más explicativas de cómo pasaron las cosas, lo que sí puedo decirles es que si han visto algún documental en el que un equipo de técnicos va recuperando los hallazgos de la tumba de Tutankamon, por ejemplo y si lo han visto, con ese detalle, con ese mimo, nada más distinto y opuesto al proceso de recuperación y levantamiento de la pieza que efectuamos.
Siento orgullo de haber estado allí, a lo mejor estorbando más que ayudando, en aquél momento histórico de nuestro pueblo. Creo que, sin saberlo, iniciamos un camino de validación de nuestras riquezas que ha contribuido decisivamente a las nuevas perspectivas de desarrollo de Hacinas. Como tengo una malísima memoria -no sé si ya se lo he dicho- propongo a los protagonistas de aquélla hazaña, que aparecen en la fotos, me ayuden a esclarecer los hechos y escriban en estas páginas cómo fue todo aquello. Lo cierto es que poco tiempo después de ese significado día mis amigos se fotografiaban a lado de la pieza pétrea, con sus pantalones de campana, como si junto a Shakira estuvieran posando. Todo un éxito.
Con frecuencia, ante algunas imágenes antiguas, recuerdo vagamente los sucesos y, a partir de esos exiguos datos, me imagino todo lo demás. Les confieso que eso lo he hecho muchas veces en estas páginas. Para que no vuelva a caer en el mismo vicio y para que los lectores de esta revista sepan de boca de sus protagonistas los detalles de aquélla mañana singular, ruego a los componentes de la cuadrilla de rescatadores nos den luz sobre los hechos. Ojalá que me hagan caso al menos en esto.
Manolo Díaz Olalla
Nota del Autor.- Husmeando en mi hemeroteca particular he re-descubierto un magnífico reportaje del querido y recordado Ventura, titulado "Veinte años de colaboración popular en Hacinas", que fue publicado en el número 75 de esta revista (tercer trimestre de 1997), en el que el autor rememora, entre otros hitos de la historia reciente de nuestro pueblo, el descubrimiento y puesta en pie del "Primer árbol fósil". Recomiendo a todos su lectura y si en algún detalle mi humilde relato no coincidiera exactamente con el que hace Ventura (q.e.p.d.) de tan insigne acontecimiento les sugiero que no lo duden: él tiene razón. La memoria, como sabemos, a ciertas edades comienza a flaquear. La mía, yo lo noto, ya adolece de éso y a veces hace que, sin querer, ponga el carro, o sea los árboles fósiles, delante de las vacas.
(Publicado en la Revista "Amigos de Hacinas" Nº 131, 1er trimestre de 2011)
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