domingo, 1 de enero de 2012

¡Rescatemos los praos perdidos!


En lo que a mí respecta, además de la emoción siempre incomparable de volver a Hacinas (una especie de turbación de la que sólo podemos disfrutar en toda su plenitud los que lo hacemos pocas veces al año),  lo de aquel día trataba sobre todo de saldar una deuda afectiva, cumplir una promesa demasiado pendiente, restañar una herida que, a pesar de los años, no acababa de generar suficiente tejido de granulación.

Mi madre, Agustina, esa mujer admirable que nos dejó hace ya más de cuatro años, la que pasó su vida amando a su pueblo,  recordándolo cada día e inculcándonos ese cariño a todos los que la rodeábamos, ella, en sus últimos años, se ponía melancólica cuando echaba la vista atrás y muchas veces la oímos exclamar con tristeza:

-         ¿Y las tierritas? ¿Qué habrá sido del prao de Pinilleja?
-         Allí estará… cualquier día cogemos y nos vamos a verlo….

Ese día nunca llegó para amargura de la propietaria y vergüenza del que prometió en vano. Y, lo diremos aquí en descarga del autor de este relato, si no se hizo no fue por falta de ganas. En muchas ocasiones, ya lo saben, las cosas urgentes no nos dejan atender las auténticamente importantes. Y el tiempo fue pasando y ella se fue. Tristemente, entonces, un servidor, Manolo el de la Agustina, o Manolín como también  me llaman aún en Hacinas, hizo otra promesa, en esta ocasión a sus hermanas y sobrinas: la de efectuar la misión de reconocimiento pendiente más temprano que tarde.

En el prao de Pinilleja (que era de San Marcos, como dijo Agustín)
Una cosa es predicar y otra, ya lo saben, dar trigo. Y difícilmente podría dar respuesta a lo acordado sin, ¿cómo decirlo?,  apoyo externo especializado. Yo recordaba vagamente el prao tan querido como abandonado por haberlo visitado siendo muy jovencito… casi un gurriato. Posiblemente en aquéllos mismos días en que recuperábamos del desconocimiento de siglos árboles de piedra en las cercanas Trisineras. Y a eso, a buscarlo, nos dispusimos un grupo de amigos, además de mi familia. Tuvimos la suerte de contar con un guía de lujo por los montes de Hacinas, Agustín, así como con bibliografía de expertos: el “Diario de tenadas, mojoneras y términos de Hacinas” de Antonio Cámara, ese documento magistral e imprescindible para los que pretenden adentrarse en terreno desconocido sin perder el rastro.  Porque no hay nada como beber en las fuentes naturales, se lo dice quien lo ha hecho en la Iguariza y en Campo los Muertos algunas veces. Porque si nos hubiéramos guiado por las señas que nos daba el registro, el catastro y hasta el google map (latitud, longitud y coordenadas xy) aún estaríamos dando vueltas por la ledanía de Gete o por la de Cabezón, como ovejas modorras que no encuentran el rebaño y sin llegar a sitio alguno.

-        Míralo, aquí está en el mapa, parcela 31 de Pinilleja
-        Pues para mí que eso es San Marcos
-        Pues aquí dice Pinilleja
-        Pues como si dijera misa

Lo de las fuentes es muy importante, no lo olviden, como lo es el hecho de que donde esté un experto que se quiten veinte mapas, así que en la misma barra del bar un selecto  grupo de ellos (ahora que no hay cabras y poca leña no nos cansaremos de dar las gracias a la micología por su inestimable aportación a la supervivencia del conocimiento   de caminos, páramos y barbechos) no tardaron ni dos minutos en dictar su docto veredicto.

-        Ese prao que dices, que era de tu abuela, es el último de San Marcos
-        Pero aquí en lo del catastro dice...
-        Como si dijera misa...
-        Si señor, como usted diga

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Pocas cosas habrá tan placenteras como caminar por el campo de Hacinas en Mayo, tan verde, tan luminoso, tan crujiente. Una delicia que no deben perderse tanto como yo  hago. Y si es en buena compañía la satisfacción es completa. Aunque de todas, haya una sensación que es la que a mí más me impresiona: cómo ha encogido todo ante mis ojos. No hay duda de que la percepción de las dimensiones es un asunto subjetivo y que cuando frecuentaba esos parajes debía ser muy pequeño. El río de Hacinas, que entonces me parecía el Amazonas, la puente bajera y la uncimera, o el mismo lavadero de Fuentepeña, que otrora se me antojaban soberbias obras de infraestructura, se han empequeñecido ante mis ojos de una manera sorprendente. Pero andar sus caminos, respirar su aire, observar el panorama desde cada peña o desde cada otero produce un placer inigualable. Y así, en este disfrute, camina y camina, escuchando las explicaciones del mejor guía que uno pueda imaginar (“estos son los valles, esos los restos de la tenada quemada -anda con tiento, cencerro, que te enredas en la estepa-,  aquéllos de allí, esos sí, son los praos de Pinilleja, pero nada que ver con lo que andamos buscando”), así  llegamos hasta San Marcos, hasta el mismo pie de la peña.

Y bueno, qué decirles, ¡allí estaba! Era tal y como lo imaginaba, así que guardé mapas y referencias y observé con tranquilidad el prao de mi madre. Allí, tan perdido en mitad del monte, tan amplio y verde como lo soñé, tan fresco e irregular, tan sencillo y acogedor, tan soberbio. Creo que todo eso sólo nos lo pareció a nosotros, los que lo mirábamos y lo pisábamos como el que encuentra la tierra prometida. Pero la verdad es que resistía sorprendentemente el paso del tiempo y el de algo aún más devastador: el del olvido de lustros. Conservaba aún casi todas sus paredes y por un momento recordé cómo y con quién lo había visitado, la única vez que lo hice, hace más de 30 años. No se había mezclado con el campo común ni sus bordes habían sido borrados por la maleza ni por la desidia.
Mientras lo caminábamos de arriba a abajo, de norte a sur, perimetralmente y de este a oeste, recordamos a mi madre y nos imaginamos lo feliz que hubiera sido aquélla tarde espléndida de Mayo al haber rescatado del olvido su  prao de Pinilleja.  Se nos fue sin saber que su prao de Pinilleja era en realidad su prao de San Marcos y lo que aún es más triste, sin haberse desprendido de zapatos y zapatillas, como hicimos nosotros en el centro de la finca, para tumbarnos después sobre la hierba y mirar cómo las nubes surcaban ese cielo insoportablemente azul.

Se va, ya se está yendo, una generación de hijos de Hacinas para los que la tierra era una de las cosas más importantes de la vida. La tierra era el sustento y el futuro. La tierra era un seguro. La tierra era la propia vida. Vivimos en un tiempo en el que la tierra rústica casi no tiene más valor que el sentimental, sobre todo si está lejos de todo, aislada, perdida en la inmensidad del monte y si no se le puede dar un uso edificable u obtener de ella un rendimiento agrícola intensivo. Como nada de eso es posible para la mayoría de los praos que han significado algo en nuestra vida les propongo que reivindiquemos todos su uso sentimental.

Busquemos los praos, no dejemos que se los coma el olvido, rescatémosles del abandono y de la ausencia y cuando los encontremos corramos por ellos, descalcémonos y tumbémonos sobre su hierba fresca a mirar cómo corren las nubes de algodón, una tras otra, por el cielo limpio mientras pensamos que nada está perdido. Todavía.

Aunque sólo sirvan para eso. Porque eso es mucho.


                                                                                  Manolo Díaz Olalla

(Publicado en la Revista "Amigos de Hacinas",  nº 134, IV trimestre de 2011)

En Fuentepeña:


En el prao del Turruntero (un prao con vistas):



Hacinas, en su esplendor:



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye, las trisineras no sé qué son, pero escribes como Delibes. Se me han saltado las lágrimas con las alusiones a los sentimientos de la propietaria del prau en cuyo honor se hizo la bonita excursión.
Lola

MNL dijo...

Lola: se llama "las tresineras" a un lugar en el monte de Hacinas, muy próximo a los "praos" de San Marcos. El lugar se hizo muy popular porque fue donde se localizaron, y de donde se extrajeron, los primeros ejemplares de árboles fósiles en el término municipal.

don Gerardo de Suecia dijo...

Gracias por las fotos en un blog interesante! Bienvenidos a mi blog, don Gerardo de Suecia en: http://turbeng.wordpress.com/ donde hay un poco de todo, anécdotas, humor, naturaleza y mucho, mucho más.
Cordiales saludos desde Suecia!

Anónimo dijo...

¿conseguire esta vez que se registre un comentario aqui?En las fotos sì lo consegui.

Anónimo dijo...

no se las veces que he escrito un comentario, pero no se ha quedado registrado.En la galeria de

MNL dijo...

Ahí los tienes... perdona si me demoro un poco en revisarlos. Gracias, Manolo

Anónimo dijo...

¡Hay....! Que suerte Manolo .Tu has encontrado tus tierricas bastante limpias.Yo he visitado aquellas de las que me se el camino ,pero estan muy llenas de maleza .EL resto no se si las locarizare algun dia.