lunes, 26 de junio de 2006

Aniversarios

Mal asunto. Me tiene preocupado el hecho de que, de un tiempo a esta parte, cualquier acontecimiento banal que tiene que ver con mi vida se convierte, de repente, en un aniversario. Últimamente estoy cumpliendo un cuarto de siglo de un montón de sucesos que marcaron un hito en mi vida. Eso quiere decir, si las matemáticas no engañan, que algunas de esas cosas ocurrieron en torno a mis veinte años, y que los tantos que colean en los cuarentaytantos que hace que vine al mundo se aproximan a la decena a una velocidad peligrosa. Usted los sabe muy bien, no es lo mismo cumplir años que cumplir los que terminan en cero. Y no es igual que se cumplan años de que ocurrió cualquier cosa importante en su vida a que se cumplan veinticinco, o cincuenta, de que pasó aquello.

Hace poco les contaba desde estas mismas páginas que recientemente habíamos celebrado “el 25 aniversario” de la reunión que, con la excusa de comer juntos, organizamos una vez al año un grupo de amigos de Hacinas que hemos convertido esa actividad en un regalo para nosotros (que pasamos un espléndido día) y para nuestras compañeras (que aún lo pasan mejor liberadas de nuestra presencia cotidiana). Bien, pero la cosa no acaba ahí. En estos días recibí una llamada inquietante de una persona a la que había olvidado por completo y que tras saludarme y confesar que habíamos sido compañeros de estudios me comunicó la sorprendente noticia de que este año cumplíamos 25 de que los acabamos. “Seguro que ya habías caído en esa cuenta”, me dijo, aseveración ante la que no pude más que contestar con una risita que le tuvo que sonar medio tonta, la verdad. No había caído, no, pero fingí que sí, para escuchar después que él y otros compañeros estaban intentando localizarnos a todos para reunirnos un día en la Facultad, con el objeto de verificar, uno por uno y sin anestesia, lo que el tiempo había hecho con nosotros. “Las bodas de plata de que terminamos” me dijo. “Ah...” –me dijo también- “...mira a ver si encuentras algunas fotos de entonces para proyectarlas durante el acto”.

Hay que tener cuidado con lo que se le pide a la gente. Muchas veces se tiene poca sensibilidad respecto al mal trago que pueden pasar los demás ante determinadas situaciones. Enfrentarse con los álbumes de fotos viejas es una de las más peliagudas. No obstante y, a pesar de todo, baje al trastero una tarde armado de valor y después de haberme tomado un par de güisquis, que todo hay que decirlo. Buscando y rebuscando, comprobando en cada página lo que fuimos, me reencontré con algunas de Hacinas que no pude por menos que subir a casa para analizarlas con más detenimiento, y con la misma sensación del que ha salvado a un náufrago instantes antes de ahogarse. Alguna de ellas se las muestro para que las disfruten conmigo.

Una de las mejores selecciones de fútbol de Hacinas que ha corrido la pradera de Campo el Valle es la que parece en una de ellas. Hace unos días estuvieron Carlos y Mercedes en casa y al observar esa foto, mientras Mercedes realizaba el esfuerzo titánico de intentar reconocernos a todos, Carlos no pudo por menos que exclamar: “Bueno..., esa foto si no tiene cuarenta años le falta poco!”. Un estremecimiento me recorrió la espalda mientras volví a posar, incrédulo, los ojos en el retrato. Y ahí me vi de nuevo. Todos tan circunspectos: Gabri con los pantalones remangados en señal de solidaridad con los demás, Arturo con la actitud del que forma parte de una barrera contra la que van a tirar una falta directa, y Agustín, al fondo, entre los palos, observando con curiosidad la escena. Los demás aparecen tan formales y tan gurriatos que casi no se les reconoce. Juzguen ustedes y díganme si no sería mejor dejarlas dormir plácidamente el sueño de los justos en el último rincón del álbum más perdido que se consume en el cuarto trastero. Yo, por si acaso, se las enseño para que ustedes decidan.

También se han cumplido veinticinco años de que, voluntariosos e inconscientes, atrevidos y resueltos, Julio y un servidor iniciamos una serie de recitales de música popular castellana en Hacinas para amenizar la actividad cultural de la víspera de Santa Lucía. A guitarra y voz, con más voluntad que acierto y con más ganas que oído deleitamos al personal durante unos años. A veces éramos la única pieza del cartel y otras, con mucho gusto y no menos afán, aparecíamos de teloneros de otros artistas de más renombre. Pero siempre con el interés de colaborar con las actividades que se organizaban en nuestras fiestas. A pesar de eso habrá que decir, para hacernos justicia, que logramos concertar en torno a nuestro arte a un grupo nutrido de incondicionales fans. Para ellos, y para que no nos olvidaran, nos hicimos el retrato que aparece en la otra foto, instantes antes de uno de nuestros gloriosos conciertos en el Ayuntamiento. La foto es sencilla y está tomada con los medios rudimentarios de la época. Aunque aún no había llegado la foto en color, y el cine sonoro se acababa de inventar, el artista cuidó hasta el más mínimo detalle: el encuadre bajo la parra entre las cuerdas del tendedero de Julia, la actitud desenfadada y hasta el detalle del neumático roto. Más natural y bucólico parece imposible.

Han pasado más de veinte años de que dejamos de amenizar las vísperas de las fiestas de Santa Lucía con nuestros maravillosos recitales y un grupo de fans perseverantes está realizando un esfuerzo gigantesco para reeditar este año uno de aquéllos momentos mágicos. Empeño le ponen aunque ya los ánimos, las voces y los instrumentos no estén tan afinados. Yo creo que conseguirán que volvamos a salir, como en tiempos, para celebrar este aniversario. Si es así podrán asistir a un revival auténtico. Aunque haya que pagar algo a mí ya me han convencido. Habrá que animar a Julio, que en estos años se ha convertido en artista de categoría, a que acepte salir con un aficionado, aunque sea con el saxo.

El aniversario lo merece.

Manuel Díaz Olalla
(Publicado en "Amigos de Hacinas", Junio de 2006)