martes, 27 de diciembre de 2022

Serrat en nuestras vidas

 


Hay artistas que marcan, indefectiblemente, nuestras vidas. Hay poetas, pintores, músicos, actores, escultores o arquitectos que son capaces de enseñarnos otra visión del mundo y de las cosas, completamente distinta a la que accedemos desde nuestro rincón y de conmovernos y emocionarnos con ella. Ellos son capaces de tocarnos esa fibra interior, ese resquicio, ese atributo escondido con el que sentimos y pensamos, hasta poner todo nuestro mundo patas arriba.

Uno de esos artistas imprescindibles, doblemente artista por músico y por poeta, ha sido para mi generación y para algunas otras, el cantante catalán Joan Manuel Serrat, que está a punto de poner punto final a su vida artística.

Es difícil separar las vivencias más decisivas o fundamentales de nuestra vida, las más emocionantes o las más tristes, que tanto da, de sus canciones. Como si su música fuera la banda sonora de esa “película” que, para este símil, ha sido nuestra existencia o la de muchos otros. Desde siempre escarbo en el “baúl de los recuerdos “, como Karina, y hasta los que están más al fondo llevan como acompañamiento alguna de sus canciones.

En cada uno de los años de mi adolescencia y mi juventud hubo algún momento mágico que daba sentido a las cosas: sin duda, entre los más importantes figuraba asistir al concierto veraniego del Noi del Poble Sec en el auditorio del Parque de Atracciones de Madrid o en el del Camp de Mart de Tarragona, durante aquéllas vacaciones inolvidables en la preciosa ciudad mediterránea, en casa de mis tíos (Carmen, Antonio, Dolores y Librada) que eran, además de espléndidas, el preámbulo de la anhelada segunda parte del descanso estival, la estancia en Hacinas con mi abuela Margarita, mi madre y mi hermana María Jesús. Esta parte como aquélla tenía poco de descanso, no les digo que no, pero para el zangolotino - ¡ay, Manolín! - vivir esas aventuras caniculares era algo parecido a la felicidad completa.

Recuerdo como si fuera hoy cómo empezaban aquellos conciertos memorables en los que el cantante se encontraba todos los años, a precios populares, con su público más entregado. La gente nerviosa mirando el reloj, el escenario a oscuras, el ambiente tenso y de repente empezaba la orquesta “del Maestro Ricard Miralles” con los acordes introductorios de una de sus canciones de bandera, Mediterráneo, ¿cuál si no?, la-lara-rai-ra-ra/ la-lara-rai-ra-ra, mientras la emoción se apoderaba de todos y se prolongaba por algunos interminables minutos hasta que, desde el fondo y como dirigido por un chorro de luz que caía del techo aparecía un joven Serrat melena al viento, caminando con decisión entre los gritos y aplausos de la concurrencia  hasta llegar al micrófono, ante el que entonaba “Quizás porque mi niñez / sigue jugando en tu playa...”. En ese instante, y solo en ese instante, todas las gargantas enmudecían en seco y empezaba la maravilla, que duraba una hora, pero se prolongaba hasta dos porque el cantante y su orquesta no podían resistirse a las demandas de “¡otra, otra!” que gritábamos los emocionados fans. Siempre, ya de retirada y mientras paladeábamos aún el regusto dulce de sus últimos compases, alguien buscaba la mejor explicación sobre la brevedad resignada del acontecimiento musical tantos meses esperado:

-          Di que si por él fuera hubiera cantado más, tres horas mínimo, pero di que le obligan a terminar pronto para que la gente se gaste las perras en las atracciones. Para eso le traen, o ¿qué te crees?

Y mientras empezábamos a entender el mundo del márquetin de esa triste manera, no nos dábamos cuenta de que el tándem Serrat-Miralles, que había irrumpido en nuestras vidas en 1968, quedaría prendido de nuestras historias personales para siempre.

Es muy difícil hacer una selección particular de sus mejores temas porque son muchos, cada cual tendrá la suya y a cada uno, sus elegidos le parecerán fundamentales. Es lo que pasa cuando lo que haces deja de ser tuyo para convertirse en patrimonio de todos, que es exactamente lo que les ocurre a los genios. Desde la maravilla hecha canción que es “Aquéllas pequeñas cosas” (Como un ladrón / te acechan detrás de la puerta, / te tienen tan / a su merced / como a hojas muertas), hasta Lucía (Tus recuerdos son / cada día más dulces, / el olvido solo se llevó la mitad) o, ya en el marco de las predilecciones personales, la emocionante Irene (Irene / tiende el alma en el balcón / y el viento /  indiscreto la explora...), podríamos seguir de forma inacabable sobre todo si, además, añadimos aquellas canciones cuyas letras tomó prestadas de otros poetas consagrados, como Machado (Nunca perseguí la gloria / ni dejar en la memoria / de los hombres, mi canción); Miguel Hernández (La cebolla es escarcha cerrada y pobre /escarcha de tus días y de mis noches); Benedetti (Una mujer desnuda y en lo oscuro / es una vocación para las manos / para los labios es casi un destino / y para el corazón, un despilfarro) o Alberti (Se equivocó la paloma, se equivocaba, / por ir al norte fue al sur, /creyó que el trigo era agua, /se equivocaba), para hacerlas más universales que nunca y ponerlas, en bandeja, al alcance de todos, incluso de los que nunca leerían poesía.  

Irrepetible es tanto el artista como su obra, porque no solo hemos aprendido poesía de la buena al poner alguno de sus discos, sino que, como en mi caso, al hacerlo también empezamos a interesarnos y a querer el catalán, su lengua, en la que, según los estudiosos de su música, ha escrito lo más bello de su obra. Ahí es nada. Nos quedamos sin palabras, mientras intuimos que algo debe haber de cierto en ello cuando, desde nuestro precario conocimiento lingüístico, somos capaces de identificar, entre las escritas en esa lengua, alguna de las canciones que más nos ha emocionado. Y me refiero en especial a una, quizás la mejor canción de amor que ha compuesto, Helena (I és que quan passa pel meu carrer / fins el geranis li acluquen l'ull, / l'aire es fa tebi amb el seu alè, / i les llambordes miren amunt / sa pell morena).

Cómo olvidar aquel verano glorioso y las emociones que lo rodearon, quizás el de 1973, en que entre la música que escuchábamos al anochecer en el castillo de Hacinas, además de la de Simon y Garfunkel en el concierto del Central Park (Hello darkness, my old friend / I've come to talk with you again) y los grandes éxitos de Cat Stevens, con los años Yusuf Islam, (Morning has broken like the first morning), estaba la enlatada en los dos casetes que me había regalado mi prima Isabel, sin duda la más moderna y avanzada de mi familia, el uno, con una recopilación de grandes éxitos de aquél año, entre los que se hallaba el inolvidable temazo de Roberta Flack “Killing Me Softly with His Song", fantástico para bailar “agarrao”, y una de las mejores canciones de Tom Jones, “La voz” (“It's Not Unusual”).  En la otra cinta, el recién publicado LP (¡qué viejunas quedan esas siglas hoy en día, cuando entonces, solo pronunciarlas, te colocaba en una cierta posición de sabiduría musical de lo más atractiva!) de Serrat en catalán: “Per al meu amic”. Ese aprendizaje del que hablo empezó con ese disco y algunas de sus inolvidables canciones, como la referida Helena o Menuda (Pensa en mi quan no t'arribi el sou / o quan t'arrambin en el metro a quarts de nou).

Han pasado los años y nos hemos hecho mayores juntos: el artista y sus seguidores, él siempre un poco por delante, esa es la verdad. Y en todos estos años Serrat siempre ha estado ahí, alumbrándonos el camino, adaptándose a los nuevos tiempos, con una creatividad inagotable y madurando en cada álbum de su inmensa colección, y en cada canción, porque cuando hemos necesitado alegría nos dio El carrusel del Furo (Cuando la llama de la fe se apaga en los doctores / no hallen la causa de su mal / señoras y señores), cuando hemos querido ajustar cuentas con quienes apestan la tierra, Serrat nos regaló Algo personal (Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz /y juegan con cosas que no tienen repuesto, / la culpa es del otro si algo les sale mal, / entre esos tipo y yo hay algo personal), o desde los primeros tiempos, cuando andábamos interrogándonos sobre nuestro destino tuvimos el Titiritero (Titiritero / ale hop / de feria en feria / canta sus sueños y sus miserias) o Tu nombre me sabe a yerba (Porque te quiero a ti / porque te quiero / cerré mi puerta una mañana y eché a andar), cuando añoramos a quien tanto nos quiso nos dejó La tieta (Li darà vint durets per obrir una llibreta / cal estalviar els diners com sempre ha fet la tieta), cuando buscamos el amor nos emocionamos con la mítica Penélope (Le sonrió / con los ojos llenitos de ayer / no era así su cara ni su piel / ”Tú no eres quien yo espero...") o con la rima algo obsesiva de Los debutantes (Los amantes debutantes / empezaron a bailar ayer / van girando, preludiando / la sinfonía del hombre y la mujer), hasta que, en fin, si tuvimos que sufrir el desamor y el abandono ya Serrat nos entregó, cómo olvidarlas, las Paraules de amor (Ella qui sap on és / ella qui sap on para, / la vaig perdre I mai més / he tornat a trobar-la).

Siempre encontramos en él lo que necesitamos, supo interpretar nuestros sentimientos como ninguno, consolarnos cuando lo pedimos o emocionarnos cuando la vida nos sonrió. Amor con amor se paga, por eso el gran Serrat, el mejor, el incomparable, el nuestro, ha envejecido tan bien como nosotros.

Un autor es universal cuando le entienden, le quieren y le hacen suyo pueblos de otras latitudes y gentes de otras culturas, mostrándonos, cómo no, que los sentimientos trascienden tiempos y fronteras y no tienen idiomas. Por ello resulta impresionante observar el fervor con que a Serrat le siguen y le admiran no solo aquí, sino también en Cuba, México o Argentina, de modo que la emoción que trasmiten sus obras se hace común y alcanza a todo tipo de gente, como él mismo predijo, profetizando, en su inolvidable Fiesta (En la noche de San Juan / cómo comparten su pan / su mujer y su galán / gentes de cien mil raleas).

Se va Serrat a disfrutar de ese merecido descanso. Nos deja sus canciones que forman y formarán para siempre parte de nuestras propias vidas, porque nos hemos apropiado de ellas como seguramente él pretendió. Al maestro le deseamos larga vida, la gloria la tiene asegurada pues, como nos enseñó que habría que hacer con sus Piratas, para hincarle de rodillas / hay que cortarle las piernas.

 

Manolo Díaz Olalla

La Puebla de Sancho Pérez, el día de Santa Lucía de 2022


Publicado en la Revista de la Asociación Amigos de Hacinas, 4º trimestre de 2022

jueves, 3 de noviembre de 2022

Lechales 42: fantástico encuentro por tierras sorianas

 


Foto oficial "Lechales 42", Monasterio San Juan de Duero, Soria 

Un año más, para cumplir con la tradición y porque les gusta mucho, se reunieron los integrantes de la histórica (tras tantos años ¿Cómo denominarla si no?) Cofradía de Amigos del Cordero Lechal (popularmente “los lechales”), el último fin de semana de octubre, como es habitual, con gran éxito de público y crítica, lo que también es común. Celebraban la reunión 42, de las que se celebran ininterrumpidamente desde 1980, con excepción de 2020 en que hubo que aplazarla por razones de fuerza mayor y de salud pública. Este año la recepción tuvo lugar la noche del día 28 de octubre en Hacinas, para partir el día grande, sábado 29, por la mañana a tierras sorianas. Así, los 15 mozos ya entrados en años llegaron a buena hora al maravilloso Monasterio de San Juan de Duero, entre cuyas ruinas pasearon, circunstancia sobre la que no admiten comentarios jocosos ni la búsqueda de paralelismos, conversaron, admiraron la belleza de columnas y capiteles y aprovecharon para tirarse la foto oficial de este encuentro.

Tuvieron tiempo de dar un buen paseo por la orilla (Rio Duero, Rio Duero, nadie a acompañarte baja), para continuar conversaciones, compartir recuerdos y actualizar informaciones personales antes de degustar unos excelentes torreznos y arrancar, a escape, a Abejar. En la bella localidad de la comarca de Pinares comieron bien los chavales, como siempre, tras asistir a una interesante demostración del trabajo tradicional de los bueyes carreteros de la zona serrana. Se alimentaron con apetito y bebieron como si tuvieran sed y, como el tiempo se echaba encima, salieron sin descanso a echar la partida por el camino y a tomar la copa contando piedras y amarracos. Para terminar, cenaron algo ligero en Castrovido, casi a la fuerza, que es la costumbre, dando colofón a tan espléndido día con algunos cánticos desafinados y mucha y sana alegría.

Otro fabuloso encuentro, presagio de muchos que vendrán, que sirvió para continuar la mítica saga, reafirmar y renovar la amistad y comprender resignadamente que, aunque las ganas son las mismas, los cuerpos no, y las digestiones, por lo que fuera, mejor no pregunten, no son tan ligeras como antes.


Manolo Díaz Olalla

Publicado en la Revista Amigos de Hacinas, 4º trimestre de 2022



 

domingo, 25 de septiembre de 2022

En la despedida de María Jesús



Se nos ha ido María Jesús, nuestra Chus, nuestra hermana. Y si nos abstraemos de las circunstancias de su vida, especialmente las de los últimos años, ni su hermana Mariví, ni Paco, su cuñado y el mío, que tanto la quiso y la cuidó a lo largo de más de 50 años, ni yo, ni ninguno de nosotros, pensamos nunca que llegaría este día. Sencillamente porque ella siempre será la niña de la casa, nuestra niña.

Jamás pudimos competir con ella, ni lo intentamos, porque ante los ojos de nuestros padres, Manuel y Agustina, y ante los del mundo, fue la mejor de todos. Y ella lo sabía. Sabía que su sola presencia lo iluminaba todo, que desterraba todas las penas, que nos ponía a todos de acuerdo en un momento y, sin remedio, nos atraía como un imán y nos atrapaba en su red.

Hemos tenido la inmensa fortuna de compartir su vida y, aunque en sus últimos tiempos el terrible mal de la desmemoria y la senectud precoz la fue apartando de nosotros y del mundo, ni por un momento esa adversidad ensombreció un ápice la maravilla que ha sido vivir a su lado.

Con frecuencia pensamos que las personas con alguna diversidad funcional, como la que provoca el Síndrome de Down, enfrentan dificultades de todo tipo para su vida y para la de quienes las cuidan, y es cierto que en muchos casos esto puede ser así, pero si somos capaces de conocerlas mejor, de trascender lo superficial, de hacer una inmersión en profundidad en su mundo daremos la razón a quien escribió que “un cromosoma de más puede borrar toda la maldad de ser humano”. Nuestra madre lo sabía muy bien y por eso publicó en uno de los primeros números de la revista “Amigos de Hacinas” un precioso artículo dedicado a ella que tituló “Los niños del doble amor”, que aún algunos recuerdan.

María Jesús fue la prioridad absoluta de nuestros padres, con el aplauso entusiasta del resto de la familia, y su bienestar y su autonomía el objeto de todos sus desvelos y tareas. Consiguieron grandes cosas, criaron a una hija maravillosa, independiente, creativa y llena de vida y ella les recompensó con todo el inmenso cariño que sabía regalar.

Era un placer verla agradecer las atenciones y cuidados que le daban, especialmente si procedían de nuestra hermana Mariví o de María, su abnegada cuidadora de los últimos 11 años, con caricias y arrumacos, ganándose de esa forma la predilección de todos, e incluso a mí, la muy zalamera, me envolvía con sus ruegos y porfías, en perfectas actuaciones dramáticas dignas de un Goya, cuando debía irme y ella quería que continuase a su lado. Amante de la música, el baile y el deporte, en especial la natación que practicaba con deleite y gran maestría, le encantaban las series, sobre todo “Verano Azul”, los Payasos de la Tele y Operación Triunfo, siendo memorables sus conciertos en el salón de casa, micrófono inventado en ristre y acompañamiento instrumental de este humilde guitarrista.

Hemos despedido a nuestra hermana María Jesús y nos parece mentira. Se fue hace ya dos meses. La hemos dejado en Hacinas, junto a sus padres, Agustina y Manuel, la abuela Margarita, los tíos Casilda y Caprasio, Julia y Jesús y tantos queridos parientes y amigos que allí reposan. Se ha quedado en donde ella, sin duda, quería estar, y en nuestro corazón y nuestra memoria para siempre.

Fue feliz y nos hizo muy felices. Que la tierra y el aire de Hacinas le sean leves.

Descansa en paz. Nunca te olvidaremos.

Hasta siempre Chus querida, vuela alto. Como siempre hiciste.

 

 

Manolo Díaz Olalla

Madrid, 25 de septiembre de 2022




 





jueves, 30 de junio de 2022

La voz

Es curioso observar cómo, de la terrible quema que provoca el tiempo, que todo lo borra, apenas la voz, nuestra voz, se salva, casi indemne, mientras todo lo físico, aquello que ha conformado nuestra corporeidad, nuestro aspecto externo, se desdibuja y se emborrona hasta hacernos casi indistinguibles.

La voz, esto es, el tono, su ritmo y hasta la intensidad habitual, se mantiene por lo general y salvo imponderable, inalterable ante el paso inexorable del tiempo. Ese mismo y terrible enemigo que, como si actuara impunemente armado de una goma de las que se usan en caligrafía, desdibuja nuestra cara, nuestros ojos, la comisura, el color y el grosor de nuestros labios, el tamaño y la forma de las orejas, el entrecejo y la expresión de la mirada, la frondosidad y el color de nuestro cabello, ¡ay de la riqueza capilar, por muy tupida que fuera!, en fin todo nuestro rostro y sus anexos, sin embargo apenas consigue hacer mella en nuestra dicción, que nos delata y, ante muchos, nos identifica durante toda la vida, irresistible al devenir de los años.

Lo llevo observando desde hace tiempo y no deja de asombrarme. Llega un momento en que quienes hace muchos años que no nos han visto solo nos reconocen con claridad cuando hablamos. Recientemente nos convocaron a una reunión de aniversario a quienes habíamos concluido los estudios hace, agárrense, pero no echen cuentas, la friolera de 40 años. De 41 para ser más exactos, porque los redondeos parece que están reñidos con las pandemias. La vieja Facultad estaba casi igual después del paso de tantas promociones y nosotros, ay de nosotros, éramos los mismos, pero no lo parecíamos. Apreciamos, ojo clínico se llama eso y allí, por motivos evidentes, abundaba, que todo lo apuntado y algunas imperfecciones más se habían ensañado con nuestros cuerpos y, quién sabe, si con nuestras almas, hasta tal punto que la única forma de averiguar quién era aquél o aquélla, de oronda figura y cabellos blancos que se te acercaba dubitativamente, consistía en fijarte en su foto tomada en 1981 que nos habían prendido en la solapa nada más llegar, o en esperar, teniendo un poco de paciencia, a que rompiera el hielo y pronunciara algún saludo o un comentario. Ya estaba, la voz, cada voz, es única e inconfundible. No había dudas.

-          ¡No jo...!  ¿Tú eres Manolo Díaz Olalla?

-          Pues sí.... o lo que queda de él... jejejeje

-          Pues estás igualito…. (una mirada al cielo como suplicando que Dios le perdonara …)

La voz, ese testigo que nos delata, es también un terrible instrumento para el sarcasmo o, a veces, simplemente para la mentira piadosa.

En esa reunión variopinta en la que se mezclaban martinis con relatos resumidos de vidas y carreras profesionales, un buen compañero, al menos juraba que era él, que se dedica a explorar los entresijos de la mente, afirmó que de media cada 10 minutos de conversación se dice una mentira o no se dice toda la verdad. ¡Eso no es nada! En aquel evento se batieron todos los récords hasta llegar a entrar abiertamente en el mundo del cinismo completo y sin recato: “No pasan los años por ti”; “Siempre fuiste el mejor y el más listo”; “Qué bien os conserváis los delgados”; “Traías a todos los chicos loquitos por tus huesos…”; “Siempre supe que llegarías lejos…”, y otras lindezas por el estilo que se pronunciaban cuando, tras escuchar su voz, estábamos seguros de con quién conversábamos.

Y les digo algo más, definitivamente no es buena idea lo de las fotos de entonces pegadas en el pecho: no ayuda mucho cuando la desconfiguración es muy importante, incrementando la confusión y el desconcierto del que observa, alternativamente, ahora tu cara actual, ahora tu cara de antes y, sobre todo, porque fácilmente te pone al borde de la depresión reactiva. A ti y a quien te mira. Un buen amigo presente en la reunión me dijo al oído: “Si estos están así ¡como estaremos nosotros!” ... “Mejor ni lo pienses, le recomendé, y pásame la bandeja de canapés porque estos perfiles abdominales tan abultados que nos rodean no son el resultado, precisamente, de pasar hambre…”

Hace unos años, experimenté una sensación parecida cuando, en mitad de una charla, y mientras daba la espalda a los que me escuchaban, una voz emergió de repente entre todas las demás lanzándome una pregunta y, sin ver físicamente a quién la pronunciaba, me vino a la mente con toda claridad y nitidez su cara tal como era más de veinte años atrás, cuando le había visto por última vez. Sin volverme le dije, “Caramba, Perico, estás igualito, ¿qué ha sido de tu vida durante todo este tiempo?”

Con los amigos de Hacinas no es necesario afinar el oído para distinguirles, primero porque parece que el tiempo no pasa por ellos (dicen que los pecadillos veniales pueden ser hasta rasgos de buena educación) y, después, porque afortunadamente nos vemos con cierta frecuencia: al menos una vez al año con los más próximos, como ya hemos comentado más de una vez en estas mismas páginas. Otras personas a las que frecuento menos deben recurrir a la estrategia fonatoria para ubicarse cuando la revisión ocular no es suficiente para la confirmación de mi identidad y hasta que no me dirijo a ellos no acaban de estallar con un “Coño, Manolín, cuánto tiempo sin verte...”. Y sin oírme, pienso yo...

Cuídense la voz si no quieren pasar desapercibidos ante quienes no los ven hace tiempo. Y si tienen que asistir a una reunión de viejas glorias muy trabajadas por el tiempo y la ausencia, mejor que no les dé un ataque agudo de afonía el día anterior, porque para los demás serán una sombra sin nombre que se coló sin permiso con el ánimo de beberse, por la gorra, toda la cerveza que, gentilmente, se distribuía en la fiesta.

 

Manolo Díaz Olalla

Madrid, el día de San Pedro de 2022

Publicado en la Revista Amigos de Hacinas, nº 176, 2º trimestre de 2022 

 

 


miércoles, 1 de junio de 2022

Carta a la Directora de la Revista de la Asociación "Amigos de Hacinas"

 








Estimada María Adela,

Recientemente apareció en las noticias de la Universidad de Burgos (ver el siguiente link: https://www.ubu.es/noticias/un-banco-de-imagenes-para-preservar-conocer-y-divulgar-el-patrimonio-rural-de-burgos ) que la Cátedra de Etnografía y Estudios del Medio Rural piensa crear un banco de imágenes del mundo rural, lo que me pareció una fantástica idea, ilustrándose la información con una foto en la que aparezco con mi abuela, una mítica instantánea de Jesús Molinero tomada hace más de 50 años.

Me ha encantado y emocionado la noticia y el hallazgo y he recordado que hace 4 años publiqué en esta revista la historia de esa fotografía bajo el título tan poco original de “La foto” (número correspondiente al tercer trimestre de 2018).

Lo más curioso del caso es que al releerlo he descubierto que había previsto el destino del citado retrato con asombrosa precisión: “un museo etnográfico”, vaticiné, lo que no se aleja mucho de la realidad que ahora conocemos. En fin, una curiosidad que quise compartir con ellos, a los que felicité por su iniciativa, tan valiosa para la investigación etnográfica, poniéndome a su disposición para lo que pudieran considerar de interés.

Me respondieron agradeciéndome el correo, pues para ellos tiene un gran valor, según dijeron, además de la foto, conocer todo lo que la rodea, enviándome, además, un título de reconocimiento por esta humilde aportación al “conocimiento, recuperación y salvaguarda del patrimonio cultural de la provincia de Burgos”. 

Me pidieron también, y por eso me dirijo a todos los lectores de la revista por este medio, que animáramos a todas aquellas personas que tenga fotografías de este tipo, que ilustran cómo es y fue el mundo rural de nuestra provincia, a que las envíen al banco de fotos a través de la siguiente dirección de mail: catedraetno@ubu.es y, si fuera posible, acompañadas de algunos datos sobre fecha aproximada, lugar, personas que aparecen en ella y circunstancias en que se tomaron.

La Revista de la Asociación “Amigos de Hacinas” tiene, sin duda, una gran cantidad de fotos interesantes que ya han publicado y los lectores y socios, por supuesto, muchas más. Sería muy interesante que se las hagamos llegar a estos investigadores de la Universidad de Burgos. Ojalá que así fuera, porque colaboraríamos con tan loable fin de la conservación del patrimonio cultural de nuestros pueblos.

Quisiera aprovechar también esta ocasión para manifestarte mi enhorabuena por el excelente trabajo que hacéis. Recibe un cordial saludo,

Manolo Díaz Olalla