sábado, 7 de enero de 2017

La ventana



Vivo fascinado por los avances de la tecnología de la información. Seguro que a ustedes les pasa lo mismo. En muy pocos años se ha experimentado un adelanto tan rotundo como inimaginable. Todo lo que tiene que ver con internet y lo que se deriva de ese conjunto descentralizado de redes de comunicación interconectadas (mensajería instantánea, correo electrónico, geolocalización) supone un progreso de incalculables dimensiones para la humanidad. Si además el uso que se le diera fuera el más apropiado para el beneficio de las personas, o sea y como se dice ahora, para el bien común, el paso dado no tendría parangón. La transformación que ha producido en nuestras vidas, hasta en los aspectos más cotidianos, ha sido y es radical. Muchos de nosotros no conciben salir de casa sin el teléfono móvil en el bolsillo, ni coger el coche sin conectar el GPS. Tanto es así que ya existen tratados de las enfermedades relacionadas con la adicción a estos sistemas, y que vayamos sustituyendo poco a poco el contacto interpersonal por el intermediado por las máquinas. Pero créanme, no hay nada parecido a la realidad que nos rodea, a la de verdad, a esa que se huele, se toca, se palpa y hasta se besa, por mucho que prefiramos vivir en otras realidades falsas o recreadas en esos aparatos modernos: las llamadas realidades virtuales. 

A mí me gusta más pensar que sin reemplazar a nada de lo de verdad, las nuevas tecnologías nos alivian y nos pueden ayudar a sobrellevar la ausencia y la lejanía. Por ejemplo: no hay nada comparable con abrir la ventana de su casa en Hacinas para saber si hace sol o si llueve, si vienen nubes por la parte de la Peña Villanueva o deducir si falta mucho para la hora del vermú, pero cuando estoy en Madrid o en Santiago de Cuba o en Sebastopol tengo otra ventana, una virtual, que me sirve para lo mismo. Se trata de la webcam de la maravillosa página de internet meteohacinas, una iniciativa de meteorología avanzada puesta en marcha por unos jasp (“jóvenes aunque sobradamente preparados”) hacinenses que te permite tener abierta desde cualquier sitio y “en tiempo real” una vista de nuestro pueblo y sus alrededores. Ahora mismo, las 11 y media del día 25 de septiembre de 2016, mientras escribo esto en mi casa de Madrid, contemplo encantado cómo estaba Hacinas a las 11 y 25 (ver foto). Día soleado, algunos cirrocúmulos de menor cuantía que nos abandonan por el Norte, y, por la luz, falta un rato para la hora del blanco. Algo menos para que den las terceras, así que, quien quiera ir a misa, más vale que se avíe a escape. Y usted me dirá: 

-          Todo eso está muy bien, pero los otoños son traicioneros, y aunque soleados, los días pueden ser gélidos, a ver dígame, ¿qué me pongo para salir? ¿voy en camisa o me echo la rebequita?

imagen de la webcam a las 11:25 h


No hay problema, amigo o amiga, la misma web, que refresca la imagen aproximadamente cada media hora, le informa de que en nuestro pueblo se registra  una temperatura 17,7ºC, una humedad del 44%, la sensación térmica es de 18ºC y está soplando un viento del Nor-Oeste de 6 Km a la hora. Un soplidito, vamos. 
Las ciencias adelantan que es una barbaridad, diga usted que sí. Como he contado otras veces, durante mi infancia y parte de mi adolescencia la ventana de la casa de mi abuela era una ventana al mundo. Asomándote a ella recopilabas de un golpe toda la información que necesitabas para tomar las decisiones más importantes de la tarde: si coger el paraguas o no, si cambiarte los pantalones cortos, si sacar la bici, si echar el bañador o si tenías aún un rato de tranquilidad porque tus amigos llegaban con retraso.

-          Apúrate, majo, que ya están ahí esos zascandiles.
-          Ya voy, abuela.

Mis amigos nunca tuvieron noticias de la calificación que les había adjudicado mi abuela. Se lo estoy contando ahora de esta forma tan elegante. Ojalá la perdonen. Si les viera ahora, tan serios, tan grandes y tan formales, seguro que cambiaba de opinión. Pero lo más impresionante del caso que nos ocupa es que la vista de Hacinas que se observaba desde aquélla ventana de mi infancia se refrescaba instantáneamente. En realidad, el refresco más importante era el que sucedía por fuera.

-          Échate la chaqueta, cencerro, que parece que sopla cierzo, no te vayas a resfriar y luego la tengamos con tu tía Casilda.

Porque ese es otro de los aspectos más notables de esta revolución que nos ha tocado vivir: la jerga que se genera alrededor de ella. Se crean todos los días infinidad de palabras nuevas a la vez que se cogen otras, se las despoja de su significado y se les asigna otro. Una locura, vamos. Así, y como saben, se dice que las imágenes se refrescan cuando se actualizan, y cualquiera de ellas las compartimos en las redes. En los años irrepetibles de que tanto les hablo, las únicas redes que conocíamos eran las de las porterías del campo de fútbol, habitualmente rotas, por lo que muchas veces no sabías si había entrado un gol cuando el balón pasaba rozando el poste. O las de los reteles que usábamos para ir a cangrejos. El muro de ahora es una página inventada donde uno puede colgar comentarios y fotos para que los disfruten, o los sufran, los demás, mientras que por aquél entonces era la pared que separaba la casa de la casona. El nudo donde se mezclan los datos que circulan se llama servidor, una etiqueta que se colgaba, antes, a quien por cortesía, te hacía un favor.

-          Muchas gracias por el bieldo.
-          Servidor, salao.

Ahora la información se puede almacenar en la nube, pero hace unos años las únicas que conocíamos eran aquéllas que aparecían en el cielo presagiando una tormenta, las mismas que veo ahora en Hacinas en esta foto refrescada de las 14:24 a través de la ventana que tengo abierta desde mi casa de Madrid, mientras pienso que lo mejor que pueden hacer mis paisanos y amigos es pagar lo que deban en el bar, abrocharse la zamarra y trasponer a escape si no quieren mojarse, también por fuera, antes de llegar a su casa a comer, y tengan que recibir dos reprimendas: una por cada mojadura.

imagen de la webcam a las 14:24 h


Estas ventanas virtuales que nos ofrecen maravillosas páginas web como meteohacinas son tratamientos paliativos de gran efectividad que nos ayudan a calmar el dolor de la ausencia. Pero nada parecido a aplicar la medicina curativa si es que usted puede permitírsela: váyase a Hacinas, abra la ventana de su casa y, además de ver cómo se encapota el cielo, compruebe in situ y en directo cómo huele a tierra mojada un rato antes de que empiecen a caer las cuatro gotas y lo bien que le sienta ese vermú del domingo compartido con amigos y familiares.


Manolo Díaz Olalla
Publicado en la Revista "Amigos de Hacinas", tercer trimestre de 2016