lunes, 14 de agosto de 2006

"Arriba, que levanto!!!!"


Volvió a subirse despacio a la arquilla, como intentando que su cabeza asomase por encima de las demás, y con parsimonia meditada hizo sonar de nuevo la esquila mientras, la voz partida y cortando la manoseada baraja en dos, exclamó a los cuatro vientos: ¡Arriba, que levanto....!. ¡El dos de copas!. A ver quién se lleva estas éstas almendras....

Un muchachito contrariado miraba una y otra vez la tablilla con sus tres carta buscando con ahínco el dos de copas que allí no estaba. Jesús le observaba desde su pedestal y acertó a recogerla antes de que el mozuelo, desilusionado, la tirase a la cuneta: Trae para acá, chupacharcos... le dijo esbozando una sonrisa complaciente. Los Racheles volvieron a entonar los primeros compases de España Cañí y el pequeño grupo que se había concentrado delante del puesto se disolvió lentamente mientras una señora, la que había resultado afortunada en la rifa, enseñaba con orgullo su dos de copas a todo el que se aproximaba.

Jesusín se afanaba en la venta sin quitarle ojo a un par de mozos sospechosos que rondaban con disimulo intentando enganchar alguna cazuela de las que colgaban del travesaño de babor. Hacía lo que podía porque los faltantes, a veces notables, eran la peor noticia del final del día. Le costaba mantener el estado de alerta permanente porque había madrugado mucho y, ya entrada la tarde, el sueño amenazaba con pasarle la cuenta. Julito no, siempre más pequeño y, a la fuerza, con menos responsabilidad que el hermano mayor, estudiaba con detenimiento cada movimiento de los músicos y no perdía detalle ni del repertorio ni de la modesta puesta en escena.

- ¿Cuánto dirás que cobran estos por esta actuación?
- Y yo qué sé...
- Cinco mil duros.
- Mucho me parece.
- ¿Dices?. Pues los que vienen este año a Santa Lucía, esos de Zaragoza que estuvieron el otro año en los Tolbaños, van a cobrar el doble por la verbena del domingo...
- Mejor sería que nos lo dieran a los chicos p’a meriendas...
- ¡Y tú qué sabrás...!. Te digo que son unos músicos muchismo buenos...

Jesusín, definitivamente muerto de sueño ya a esas horas, no se quejaba de nada. Aún recordaba la dureza de otras fiestas, cuando, pocos años antes, había que madrugar mucho más y recorrer un montón de kilómetros en bicicleta, a veces con nieve, camino de Moncalvillo, siguiendo la vía del tren alumbrados escasamente por la mortecina luciérnaga del faro a dinamo. Comparar por comparar las cosas mejoraban poco a poco y, de todas formas, siempre prefirió las fiestas de Contreras. Si le hubieran dado a elegir se hubiera quedado con estas, después de las del Rosario en Huerta, por supuesto, aunque bien es cierto que esas eran para disfrutar y estas para trabajar. Jesús padre, presintió una demanda incontenible en el público que llenaba la campa del baile y pensó que, de esta, liquidaba las tres docenas de paquetes que le quedaban en el coche y que, hasta bien entrada la madrugada, había garrapiñado Julia en las ollas de cobre a fuerza de mucha lumbre. Con eso, pensó, se iban para casa más felices que unas pascuas. Por ello intentó asomar la cabeza por encima de las demás y comenzó a reclamar la atención de bailarines y espectadores del gozo ajeno a grito pelado y a golpe de esquila...

- Vamos que con esta lo termino y me voy p’a casa... seis tablillas tengo en la mano y estoy que lo regalo....Toma maja llévate estas que las rifamos a escape...

Manolín, el que les cuenta esto treinta y tantos años después -¡que se dice pronto!-, miraba la escena entre perplejo y divertido desde el banco de la Caja del Círculo que había al lado del puesto, intentando abrir los ojos todo lo posible para que no se le escapase detalle alguno, y, de vez en cuando, intentando distraer a Julito de sus obligaciones:

- A mí me gustan mucho estos de Covarrubias... lástima que no se sepan ninguna de Karina...

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El pasado 26 de Noviembre, ya les dije que más de treinta años después de ese episodio que recuerdo como si hubiera ocurrido antes de ayer, y exactamente cincuenta años desde que Jesús, el mago de la rifa, contrajera nupcias con Julia, la madre de los retoños, he vuelto a ver repuesta, detalle por detalle, aquélla escenografía reiterada, entre mágica y fascinante, por los mismos actores, aunque esta vez, eso sí, como un juego didáctico para niños y nostálgicos. Por sorpresa ante nietos, hijos, yernos, nueras y curiosos, algunos sentimentales habían preparado el escenario de manera cuidadosa. No era una copia burda: era el propio puesto histórico que Jesús paseó por todas las fiestas de la comarca y que dormía el sueño de los justos en algún rincón del desván. Nadie pudo contenerle y en cuanto lo vio allí instalado se encaramó a la arquilla, a la auténtica, a la original, a la que iba y venía, como la maleta de la Piquer, de fiesta en fiesta llena de almendras, de manera que, estirando el cuello lo que pudo para sacar su cabeza por encima de las demás, volvió a repiquetear la esquila mientras gritaba a voz en grito...¡Arriba que levanto...!.

Los 14 nietos de Jesús y Julia miraban sorprendidos el espectáculo desconocido e irrepetible, y en sus ojos abiertos como platos y en sus gestos fascinados por la magia, volví a encontrarme con ese Manolín del banco de Contreras, ese Manolín al que no encontraba hace mucho.

Ese showman que es Jesús, como siempre perfectamente auxiliado por Julia en las labores logísticas, acabó por rifar todas las chucherías, las almendras, las muñecas, los camiones y, hasta las cazuelas de porcelana que no tocaban nunca, para mayor deleite de la chiquillada y gozo sin fin de quienes, alguna vez, asistimos al espectáculo en tiempo real.

He oído comentar a algún estudioso de la realidad cultural de Hacinas (que los hay; yo conozco varios; si quieren algún día les doy sus nombres), que la llegada de Jesús y Julia a Hacinas, de la que va a cumplirse cincuenta años, cambió de alguna manera la forma de pensar y de comportarse de un pueblo que, marcado por la endogamia constante de la vida rural que definió una época en España, vivía demasiado encerrado en sí mismo. Puede que sea verdad.

Un servidor, quien profesa por Jesús y Julia, y por toda esa gran familia, un cariño filial, ha tenido la suerte de asistir a esa fiesta grande con la que han querido recordar que están juntos desde hace cincuenta años. Y ha sido tanto el regalo que quisieron hacernos a los que allí estábamos que Jesús volvió a subirse despacio a la arquilla, como intentando que su cabeza asomase por encima de las demás, y con parsimonia meditada hizo sonar de nuevo la esquila mientras, la voz partida y cortando la manoseada baraja en dos, exclamó a los cuatro vientos: ¡Arriba, que levanto....!. ¡El dos de copas!.


Manuel Díaz Olalla
(Publicado en "Amigos de Hacinas", 2006)