domingo, 10 de mayo de 1998

LAS BODAS


A Casilda y Caprasio, y a Agustina y Manuel,
que el pasado 31 de Mayo echaron un ojo al calendario y observaron, casi sin comprender cómo pasa el tiempo, que llevaban cincuenta años juntos.


- Atiende lo que te digo, y no te levantes más de la silla que me tienes mareada.

- Es que la leche está muy caliente, y me abraso.

- Se dice que me escaldo, no sé dónde os enseñan a hablar hoy en día.

Volvió el mocoso a limpiárselos con la manga de la camiseta, una camiseta muy artística que ponía “Bachini” en el pecho y una “B” en la espalda, aprovechando que ella, la abuela, miraba de reojo por la ventana, intentando averiguar quién sería el de la moto que acababa de pasar por delante y que solo había dejado tras de sí, como de muestra, una espesa polvareda gris. Fuese. Y no hubo nada.

- Aplica las migas te estoy diciendo, y para un rato, que parece que tuvieras el baile de San Vito....

- ¡ Jopé, abuela, que me aburro!...... Cuéntame un cuento...anda...



- Bueno, pero solo si te tomas las sopas de leche, y te estás tranquilo, y te subes los piugos, que te pasas todo el día comiéndotelos, que no sé lo que haces.....

- Vale abuela.... el del tren, cuéntame el del tren....

Y volvió la abuela a comenzar por el principio, despacio, como con resignación complaciente, atusándose el mechón que le caía por debajo del pañuelo negro. Con paciencia.

- Hace muchos años, era primavera, estaba el campo lleno de flores y de grama y el trigo ya andaba bueno, y la cebada.... y la gente se afanaba en el campo, ya estaba la siega temprana......

El muchachín inquieto y despistado oía el relato con los ojos como platos, jugando distraídamente con las migas que habían caído sobre el mantel después de que la abuela hubiera preparado con mimo las sopas de la cena.

- Era una mañana muy bonita. Lucía un sol espléndido, y ya desde el toque del alba se adivinaba que no era un día corriente. Sonaban los esquilines y en esta casa era mucha la fiesta, y andaba un trajín en la cocina, y en el portal, y en los cuartos, que lo envolvía todo...... Me recuerdo que había venido una cocinera de Salas, que la trajo la Victoria, y estaba la mujer enredada desde temprano con el arroz, y con que prepara la mesa, y con que avía las cosas, y con que pela los pollos, y yo, ya te imaginas, de acá para allá, que si el traje de tu tía, que si prepara las cosas, que si el broche de tu madre... , bueno, ya sabes, con tristeza por que no estuviera el abuelo, ni tu tía Felipa, que ya no estaban, y por que tus tíos no podían venir...

- ¿Y por qué, abuela?

- Las cosas de los frailes. Leandro en Madrid. Y Víctor en Melilla....

- ¿Y la Isabel, no estaba?

- No, hombre, ¿cómo iba a estar?.

- ¿Y la Mariví?

- Que no te digo.... no estaban en el mundo...piensa un poco...y sigue comiendo o te vas a la cama y se acabó. Y suénate en el moquero, que ya me tienes cansada.

Sacó el moquero del bolsillo del pantalón y se sonó sin ganas mientras le imploraba con la mirada a su abuela que siguiera con el relato. Era tarde y el sol trasponía como sin ganas por el arco de Santamaría.

- ¿Y era por la mañana, abuela?

- Claro, era por la mañana. Me recuerdo que esta casa estaba manga por hombro, sonaban las campanas desde temprano, y yo andaba hecha un zascandil sin saber a quién atender o a dónde ir. De la cocina al mosquero, del mosquero al cuarto de los leones, del cuarto de los leones a la puerta a recibir a la gente...¡ qué sé yo la de cosas!. Imagínate, se me casaban dos hijas, el mismo día, era mucha emoción......

- ¿Y fueron a la iglesia?.

- Claro, ¿cómo si no?.

- ¿Y estaban guapas las novias?.

- Guapísimas... bien majas que iban......las más majas....

- ¿Y a mí por qué no me trajeron abuela?.

- ¿Cómo te iban a traer, mostrenco, es que no te das cuenta que tú aún no habías nacido?

Intentó el mostrenco hacerse cargo de ese problema, con poca fe, y con menos entendimiento cronológico, sin comprender muy bien dónde andaría él ese día tan importante. Pasó la lengua por el borde del tazón de porcelana y volvió a mirar a la abuela que, otra vez repuesta del desánimo y la incomprensión, se tentó el flequillo para reiniciar el relato .

- Fue una boda preciosa. Estaba la iglesia llena, no cabía un alma, todas las familias, y los amigos, había venido hasta la familia de tu padre, de allá, de muy lejos...

- ¿Y qué dijo mi padre?

- ¿Qué va a decir?, pues que sí, que quería....

- ¿Y el tío Caprasio?

- Pues lo mismo, no te amuela. Calla la boca, cencerro, o se acaba la historia y te vas a la cama y te pongo las sopas de desayuno...

- ¿Y el tío Caprasio qué dijo que quería... a la tía Casilda?

- Claro... y a quién si no... mira que llegas a decir simplezas...

- ¿Y dónde se fueron luego, al Moreno?

- No hombre no, ¡qué Moreno ni Moreno!...Vinimos todos a casa, a comer. Estaba todo el portal lleno, pusimos una mesa corrida hasta la puerta, no se cabía... fue mucha la emoción.....

Al niño anoréxico y preguntón le pareció ver por un instante una lagrimilla inquieta resbalar por la mejilla ya muy surcada de la abuela Margarita, mientras miraba para la ventana como disimulando esta debilidad presentida y no anunciada. Le pegó dos cucharadas más a las sopas y acurrucó su cabeza de chorlito entre las faldas de la abuela, algo rendido ya por los acontecimientos diurnos. La abuela pasó sus manos por entre sus rizos y se volvió a enternecer sin quererlo.

- Ay gurriatito, gurriatito......

- Sigue abuela, cuenta lo del tren.....

- Pues resulta de todo esto que tus padres tenían que coger un tren en Salas, después de la comida, a las cuatro creo, que no sé para qué tantas prisas, para irse a Soria, creo, de viaje de novios. Y tuvieron que salir a escape para no perderlo... pero como se retrasaban y no llegaban a tiempo, un amigo de tu padre, que era de Salas, Benito, el hermano del difunto alcalde, salió corriendo y llegó antes que ellos. Pudo hablar con el jefe de estación de Salas para explicarle lo que pasaba y este señor, que debía ser muy comprensivo, retrasó la salida del tren hasta que llegaron tus padres....

- ¿Y los tíos, no fueron?

- No, se quedaron aquí unos días, y luego se fueron para Manresa....ay, qué tiempos, hijo mío, ya lo sabrás, es ley de vida, cada mochuelo a su olivo. Pero mira, luego vinisteis vosotros, el tiempo pasa, y es muy hermoso veros crecer.....

El muchachito ignorante hacía esfuerzos irresistibles por permanecer con los ojos abiertos mientras las manos de su abuela se enredaban en su pelo, y escuchaba el relato, ya, como a lo lejos.....

- ¿Y dime abuela, cuando te casas te esperan los trenes?.

- Claro, ¿qué hacer si no?. Es como el comienzo de una vida nueva y todos los maquinistas lo saben y esperan a los recién casados para que no se queden en tierra y puedan seguir su camino a Soria o a donde Dios les mande.

Quiso el mostrenco saber si fue en Soria donde le recogieron a él por un casual. Si es que acaso él les estaba esperando en la estación de Soria, o muy al contrario, si a él también le habían comprado en una tienda de París donde al parecer fue adquirida su hermana Mariví. Quiso preguntárselo a la abuela pero, vencido por el sueño, las palabras ya no le salieron. Y hubiera sido bueno que la abuela le hubiera aclarado estas dudas existenciales porque no es lo mismo dormirse pensando que uno es soriano que hacerlo suponiendo que uno es parisino. Ni entregarse a los brazos de morfeo suponiendo que uno esperó a sus padres en una estación de ferrocarril como el que espera a Jorge Negrete, que creyendo que a uno le sacaron de un escaparate tras habérsele entregado a un negrero un puñado de francos. Y fue una pena no saberlo. Pero fue un alivio para la abuela que unos recuerdos tan bonitos que fluían de su cabeza y de sus labios con tanta emoción no fueran interrumpidos nuevamente por tantas preguntas majaderas que estaban a punto de desesperarla.

Mientras la abuela le quitaba la ropa encima de la cama como si fuera un muñeco de trapo abrió los ojos el cencerrín y aún tuvo fuerzas para balbucear.

- Abuela...¿y fueron felices y comieron perdices?.

- A la vista está.....y bueno, comieron entremeses y cosas de la matanza, y arroz, y cordero asao, que lo asaron en la casa del panadero.....Bueno, comieron de eso todos menos tu padre que ya sabes que es un poco raro para eso de las comidas...

Hubo un tiempo en el que el tren pasaba por los pueblos, ¿se acuerdan?. Hubo un tiempo en que los trenes pasaban por los pueblos y llevaban a la gente a emprender nuevas vidas a Soria, a Manresa, a todo el mundo. Hubo un tiempo en que los trenes esperaban a la gente cuando se retrasaba y los amigos corrían veloces para parar locomotoras cuando hacía falta.

Hubo otro tiempo en que los niños se quedaban dormidos en las faldas de sus abuelas oyendo relatos fantásticos sin entender nada y sin hacerse cargo del tiempo ni de las cosas.

Hubo tiempos en que las parejas que se querían se casaban, aunque fuera de dos en dos, y esperaban a que pasaran diez lustros, o más, para ver los frutos del trabajo y del amor.



Manuel Díaz Olalla
(Publicado en "Amigos de Hacinas" en 1998)

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