domingo, 22 de agosto de 2010

La bicicleta



¿Dónde habrán ido a parar las cosas de nuestra vida? ¿ Dónde estarán esas cosas mágicas que fueron y ya no son pero que permanecen aquí en la cabeza y, a veces, allí en el corazón, durmiendo el sueño de los justos para despertar por un momento, como en una neblina dulce, cuando menos nos lo esperamos? ¿En qué hoguera habrán ardido, quién se vio obligado a tomar la determinación de firmar su sentencia de muerte, o a adherir su acta de defunción a beneficio de algún inventario por derribo?

¿Con qué derecho alguien hizo retales de aquél pantalón campana tan vistoso que tanto le gustaba para salir los domingos, o a envolver arenques con aquél trozo de papel de estraza en el que usted escribió con tanto dolor aquellos versos primerizos y, digamos la verdad, algo horteras, la tarde en que su primera novia decidió irse con otro sin darle más explicaciones? ¿En qué carpeta dormirán las fotos de aquélla excursión veraniega a la peña villanueva o en qué caja de cartón roído se oxidan los candiles de la abuela, las estrébedes mugrientas o la cazuela de cobre en la que la Julia derretía las almendras garrapiñadas unos días antes de la fiesta de Regumiel?

¿Usted sabe algo de eso? Dígalo, por Dios, y no permita que sigamos creyendo que todo fue un sueño y que si de verdad hubo algo de todo aqueéo ya se esfumó como por encanto y que nunca vamos a poder reunir todas ésas cosas para sentirlas cerca otra vez y para que nos devuelvan, si es que pueden, algo de aquélla paz que sentíamos y que tanta falta nos hace.

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martes, 17 de agosto de 2010

Rayos


Hubo una época en que los rayos caían del cielo como maldiciones bíblicas y acababan con las cosas y hasta con los hombres sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. Cuando las tardes de verano se ponían negras como dicen que son las bocas de los lobos, las copas de los árboles se erizaban como los lomos de los gatos y embriagaba en el aire el olor inconfundible de la tierra mojada, el niño buscaba como un loco las faldas negras de la abuela y se agarraba a ellas como si en ello le fuera la vida.

- Cállate la boca y siéntate, que vamos a rezar el rosario.

Antes del segundo misterio se desataba más allá de la ventana un estruendo de agua, truenos y saetas de fuego y la abuela suspendía el rezo para entornarla, apagar la luz y atusarse por un instante el mechón rebelde -era toda la rebeldía que ella se toleraba- que le asomaba por debajo del pañuelo. A veces exclamaba levemente: "¡Virgen Santa!" y cabeceaba con resignación para volver a comenzar.

- Misterios Dolorosos del Santísimo Rosario. Por la señal de la Santa Cruz....


- Abuela, que toca el tercero.

De repente el cuarto se alumbraba con un fogonazo violento y el niño se tapaba los oídos mientras desgranaba con los dedos la cuenta que su padre le había enseñado: uno, dos, tres, cuatro... El ruido ensordecedor del trueno hacía temblar los cristales y el niño multiplicaba cuatro por trescientos cuarenta.

- Abuela ése ha caído a un kilómetro, ¡a lo mejor por la Hontana!


- Cállate la boca y sigue rezando. "Santo Rosario, por la señal..."


- Abuela ¿quién estará de boyero?


- Cállate la boca y aplícate..... "de la Santa Cruz, de nuestros enemigos..."


- Abuela pero si ya íbamos por el cuarto!

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lunes, 2 de agosto de 2010

Este verano: leer (y releer) a Miguel Delibes



Me tomo la libertad de cambiar, por esta vez, el tono y la temática de mis modestas notas para haceros a todos una recomendación veraniega: leer, o releer para quienes ya lo hayan hecho, algunos libros de los que componen la inmensa y admirable obra de un castellano que ha sabido plasmar, mejor que nadie, el espíritu de Castilla y el alma y la manera de entender la vida de los castellanos: Miguel Delibes.

Delibes nació en Valladolid el 17 de Octubre de 1.920 y falleció también en Pucela el 12 de Marzo del año actual a punto, por tanto, de cumplir los 90 años. Periodista y Director de El Norte de Castilla, inició su extensa carrera literaria en 1.947 con la novela La sombra del ciprés es alargada, comenzando con ella, también, el periplo de premios y reconocimientos que ha jalonado toda su existencia, pues con esta opera prima, obtuvo el Premio Nadal de ese año. Sería agotador hacer aquí un listado de ambas cosas, libros y premios, pero me permito señalaros los que a mi modo de ver pueden satisfacer mejor la curiosidad del lector que no conoce su obra o la de aquél que, buscando la emoción de dejarse envolver por la belleza transmitida mediante la escritura, quiera volver a sentir tal maravilla.

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