domingo, 21 de julio de 2019

Alicáncanos


El recientemente canonizado San Brochero decía: "Dios es como los alicáncanos, está en todas partes pero prefiere a los pobres""

Veía el muchacho, con los ojos como platos, cómo los mozos grandes, porrón en mano o la bota, que tanto da, se desternillaban de risa mientras  desgranaban aquéllas letanías de doble intención imitando al cura en plena celebración. Levantaban las manos hacia el techo del bar y, muy solemnes, entonaban en perfecto gregoriano:

“Alicáncano que picaste

En cabeza de sacerdocio

Has de morir en patena

Per Christum dominum nostrum”


Y respondían todos muy serios “Amén”  mientras volvían a echar el porrón para arriba y brotaban las carcajadas de todas las gargantas rompiendo otra vez la placidez de la noche veraniega.

El renacuajo, sin entender nada de lo que allí se decía, retenía todo lo que podía de aquéllas liturgias paganas y jocosas para hacer indagaciones por su cuenta cuando las condiciones fueran favorables. Le costó entender que el alicáncano es ese parásito maldito que causa estragos en escuelas e internados y pavor en madres y padres, que pica más que la guindilla y se contagia más que el bostezo. Ese insecto que se combate con permetrina y liendreras o, si la cosa se pone crítica, sin miramientos pelando al cero. Le costó, incluso, darle sentido a la chanza de los mayores.


- Parece ser que era un piojo que le picó al cura mientras decía misa, y el cura lo cogió y  lo aplastó disimulando delante de los feligreses, así, con la uña, en el platillo ese reluciente que luego limpia con tanto esmero, sin cortarse lo más mínimo …

- Me extraña no le echarían (sic) la culpa al monaguillo de haber pegado los piojos al señor cura… o sea, los alicáncanos esos….


Se miraban los otros gurriatos entre incrédulos y divertidos, deseosos de que las incursiones de Manolín en el folklore popular acabaran lo antes posible para marchar al campo de fútbol de una vez, que es lo que realmente aseguraba una tarde divertida.


El chavalito aspirante a folklorista deseaba con frenesí que se repitieran esas reuniones mozas, animadas por el buen clarete de la Ribera, para apuntar en la libreta o en el cacumen aquéllas joyas de la tradición oral que tanto gustaba memorizar, desentrañar y repetir después. Por algo sería. Más de treinta años después, en las reuniones de lechales y en alguna otra celebración, sus compañeros aún le piden que se arranque con alguna coplilla tradicional, si lleva un poco de picante o de irreverencia mejor, de aquéllas que aprendió de niño y mocito, para animar las noches compartidas en Castrovido o donde se tercie.

Lo cierto es que en aquéllas reuniones cantadas de antaño la mejor estrategia era la de pasar desapercibido. El mostrenquito buscaba acomodo en algún rincón y permanecía en silencio toda la velada evitando llamar la atención. Con los ojos y los oídos bien abiertos. Pero la curiosidad era mucha, casi tanta como la imprudencia y las ganas de aprender del mocoso.

- Echaros la del alicáncano, venga.

En esos momentos el silencio se imponía hasta que un murmullo medio etílico, entre de sorpresa y de intrusión, inundaba la tarde espesa.

- ¡Pero mira quien está ahí! ¡Jodío Manolín! Pero ¿qué haces aquí si aún no has pagado la entrada de mozo? Agárramelo que saco la navajilla. Ven p’acá, que te vamos a capar….

Y el cencerrín salía a escape calle arriba, hasta meterse en el mejor refugio que conocía para esas ocasiones, las faldas de su abuela. Y allí, tranquilo, notaba cómo se apagaba el miedo a quedarse eunuco tan deprisa como crecían las ganas de merendar. Y con un buen cacho de hogaza y media onza de chocolate dejaba la investigación etnológica para el día siguiente o para cuando se terciara.

Durante mucho tiempo vivió intrigado por el auténtico sentido de algunas de aquéllas coplas furtivas de tonada mística pero de contenido disolvente. Por ejemplo nunca le quedó claro qué pretendía en realidad aquél páter que andaba en coplas y que tocó las campanas de Roma y anduvo, al parecer toda la noche, que ya es trajín, de la ventana al jardín, un poco antes de irse a dormir con el ama. Algo así, y que los expertos perdonen si la memoria de aquél aspirante a Joaquín Díaz le traiciona:

“Que si fuistis y vinistis

Y las campanas de Roma tocastis

Y no faltó quien te vio

De la ventana al jardín

Y con el ama te fuisti a dormir”


No le sonó bien aquélla historia jeroglífica que nunca entendió, aunque con el tiempo seguramente acertó cuando se puso en lo peor  y hasta en lo lascivo, en especial por las caras de sátiros de aquéllos mozos que lo entonaban mientras repetían pasándose el tintorro: “Santo, santo, santo”.


Lo del folklore le viene de atrás al galgo. Buenos maestros tuvo, no digo yo, aunque se esmeraron poco en la enseñanza y como de tantas cosas importantes de la vida, tuvo que aprender lo más interesante de manera clandestina, saltando de fiesta en fiesta sin ser visto, de la misma forma que va, de cabeza en cabeza, un buen alicáncano.




Manolo Díaz Olalla

(Publicado en la "Revista de Hacinas", segundo trimestre de 2019)



Nota del autor.

En la monografía titulada CALÁNDULA (EL CUENTO POPULAR EN TORRE PACHECO, Murcia), el etnólogo Anselmo Sánchez Ferra recoge estos dos cuentos que bien parece pudieron servir de inspiración a aquéllos mozos hacínenses de los que se habla en el texto.


“Estos cuentecillos los contaba el tío Viga, se llamaba Andrés que se casó con "la" Margarita de Driebes. Este hombre le contaba los cuentos a mi abuelo Antero (1901) en Brea de Tajo cuando era chico.

El alicáncano
  
“Era un cura en aquella época que había muchos piojos, y el cura estaba diciendo misa y le empezaron a picar los piojos de la cabeza y levantando las manos en el altar cantó:

- Alicáncano que picasteis
Cabeza de sacerdocio
Moriréis en la patena
Per cristum dominum nostrum
(Y en la patena le aplastó con la uña)”

Los pastoráticos

“En aquellos entonces se pasaba mucha hambre y mandó el cura a robar ovejas al sacristán y a los monaguillos. Y llegó la hora de decir misa y no venían, no venían, no venían y no le pudieron dar noticias de cómo les había ido el robo y resulta que estando ya en misa les vio que aparecieron por el coro el sacristán y los monaguillos y el cura en vez de decir “dominus vobiscum” dijo:

Los que fuistis y vinistis
De la rapiña ¿Qué trajisitis?
Y el sacristán, tocando el órgano y todo le contestó:
Los que fuimos y vinimos
De la rapiña trajimos
Que salieron los pastoráticos
Nos dieron cuatro palíticos
Y nos quitaron la yegua Fátima”.


Del mismo autor y texto es interesante leer este cuento (nº 248) que guarda parentela con el comentado ripio que los mozos de Hacinas cantaban sobre el toque de “las campanas de Roma”: 

LA CONFESIÓN DEL CURA (Roldán)

Vivía una fuera del pueblo, a cuatro o cinco kilómetros, y la mujer pos venía a
confesarse. Pero llegó tarde en la que el cura había dicho la inisa ya y le dice:
-Mire usté, que venía a confesarme.

-Pos mire usté, ha llegao tarde porque la misa la dicho ya.
-Pos mire usté, que vengo a cinco kilómetros pa confesarme ...
Dice el cura:
-Pos na. Fuera de tiempo, pero te voy a confesar.
Y entonces pos la metió en el confesionario, la puso enfrente; y el hijo del
sacristán (que entonces había sacristanes), pos estaba por allí, era un pillete, y
se escondió:
-Pos voy a ver la confesión d 'esta.
Y entonces el cura fue tocando poco a poco (a la feligresa) y le puso la mano en
la frente y dice:
-Esto qué es, hija?
-Pos mire usté, la frente.
-No, esto son tierras de Herminia. No sabéis hablar:
Y luego le puso las manos en los pechos. Dice:
-; Esto qué son ?
-Pos mire usté, unos le icen las tetas, otros los pechos.
-; Válgame Dios, hija, que palabras más terrestres Virgen del Carmen! jE~to
son las Vírgenes Marías!
Y luego pos fue y le tocó el ombligo. Dice:
-; Esto qué es?
-Pos mire usté, esto es el ombligo.
-;No hombre, no! ;Esto es el Mojón de Medio Mundo, el que divide los dos
extremos!
Luego se fue abajo, dijo:
-Esto qué es ?
-Pos mire usté, unos le icen la breva, otros el conejo, otros ...
-; Uy qué palabras más terrestres, Virgen del Carmen! jPor eso pecais tanto!
-dice-. Esto es la Pila de Bien Intruiste, la Pila de Bien Intruiste -dice-. ;Vente
pa la sacristía!
Y allí en la sacristía l'izo tres, la «confesó» tres veces. Total que la dejó ir ya.
Pero el hijo del sacristán, que estaba viendo toa la confesión pues le dijo a su
padre:
-;Papá, voy a ir a ayudarle al cura a decir misa!
-Hijo, tú izo sabes.
-jNo, sí, sí, sí, sí!
Y entonces.fue aquella mañana y le dijo al cura:
-Vengo en puesto de mi padre a ayudarle a usté a decir misa, porque mi padre
Está  muy  resfriao y tal.
-Sí, s i No está mal, no está mal.
Y entonces se pusieron a decir misa. Y cuando el cura dice unas cosas, el
monaguillo le contesta. Dice (el pilluelo al sacerdote entonando como si de una
letanía se tratara):
-En Tierras de Herminia estuviste,
por Tierras Lanas (?) bajaste,
las campanillas de las Vírgenes (?) tocaste,
en el Mojón de Medio Mundo estuviste
v en la Pila de Bien Instruiste
tres veces caíste.
Y dice el cura:
-;Ah, hijo de la gran puta, que bien me viste! ;Amén!"


Sobre este mismo asunto Agúndez, en su libro titulado “Rimas” comenta:

Como nos hace observar Joaquín Díaz, la canción que suele entonar el niño es un canto
popular, evidentemente, que sigue los ritmos de la tradicional canción Viudita del conde
Laurel. En otra versión diferente, el propio niño es testigo de los turbios manejos del cura
que, con un lenguaje figurado, induce a la mujer que acude a confesarse a mantener relaciones con él: después se burlará con la siguiente canción:

En Tierras de Herminia estuviste,
por tierras Lanas (¿) bajaste,
las campanillas de las Vírgenes (¿) tocaste,
en el Mojón de Medio Mundo estuviste
y en la Pila de bien Intruiste
tres veces caíste “

(Anselmo J. Sánchez Ferra, op. cit., pp. 188-190, n° 248: La confesión del cura. El propio recopilador aclara antes de la canción: "Dice (el pilluelo al sacerdote entonando como si de una letanía se tratara)". En el lenguaje figurado, el cura da a la frente el nombre de Tierras de Herminia, a los pechos, Vírgenes Marías, al ombligo, Mojón de Medio Mundo y más abajo, Pila de Bien Intruiste)

De la misma obra de Agúndez destaco que el autor interpreta que lo que pretende aquel niño es avergonzar al cura públicamente en la iglesia por sus fechorías. Pero el padre hace que aprenda otra canción que habla de los amoríos del sacerdote, y la cante en público.
La cantinela de nuestra versión es prácticamente idéntica a la del Campo de Gibraltar, de donde son los versos precedentes:

“El cura de Jerez 
Ha cogido todas las mujeres,
Y la que le falta del alcalde,
Que la va a coger esta tarde”

Cuento con ciertas reminiscencias al escuchado por el muchachito en Hacinas durante los años de su niñez, que trataba de la hazaña del cura de Castrovido que encontrándose dirigiendo el rezo del rosario en la Iglesia un domingo, sintió que empezaba a llover y acordándose de que tenía la hierba en el prao anexo extendida secándose, levantó a la feligresía de los bancos y organizó la recogida de la parva con urgencia, a la orden de “Los hombres (a horcadas) y las mujeres conmigo (a brazadas)


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