jueves, 25 de julio de 2013

La estación de Salas


Claudia Cardinale, absolutamente espectacular, cruzando las vías en la estación de Salas, media hora antes de que el cencerro del autor llegara al lugar, perdiendo, el muy mostrenco, la ocasión de que tan espléndida visión le marcara para siempre la adolescencia y hasta la juventud completa (Foto Diego Montero Huerta)


Hay pocas cosas más desoladoras que una estación vacía. Quizás, tan sólo, una estación vacía y arranada. El alma de las estaciones está en la gente, en los viajeros que llegan o se van y en los que les esperan o les despiden. En sus ilusiones, en  sus anhelos y en sus tristezas.  La magia está en sus risas, en sus abrazos y en sus lágrimas. Una estación sin gente es una fábrica en mitad del campo después de la hora de la salida. Un almacén cerrado. Un erial.

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